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I

Londres, 1820.

—¿Qué crees que piense mientras camina? Si yo fuera ella no pasearía por estos lugares de noche, son peligrosos.
—Tú no eres ella y a ella parece impórtale poco si es peligroso caminar por aquí de noche, además ¿Para qué te fijas en ella si no la quieres para algo más?
—No lo se, pero me da curiosidad. La he visto hacer el mismo recorrido desde el día que nos mudamos.
Ambos personajes escondidos bajo la sombras de un oscuro callejón observaban a una joven que caminaba enfundada en un abrigo escocés y envuelta en una bufanda y gorro negros que apenas dejaban ver un par de rojizos mechones de cabello. Desde el otro extremo de la larga avenida una festiva pareja de jóvenes se bajaba de un carruaje
—Ahí vienen, deja de pensar en lo que piensan los demás y apresurémonos — se cubrió la cabeza con la capucha de la larga capa que llevaba puesta y con un gesto instó a su compañero a hacer lo mismo con la suya, pero este aún observaba al par.
—Están ebrios, odio el sabor de la sangre con alcohol —reclamó el joven, entonces giró y comenzó a caminar en dirección opuesta—: Yo paso esta vez.
— ¡Espera un momento, Dan! planeamos esto hace días ¡No te puedes echar atrás ahora! —Leonard asió el brazo de su compañero más en un gesto de suplica que de autoritarismo—. Por favor, ya estoy harto de gatos y perros callejeros. A este par nadie los extrañara creerán que se han marchado otra vez.
Y así era, la pareja que acababa de bajar del carruaje eran un par de comerciantes de esos que de vez en vez visitaban la ciudad para abastecerse de productos que luego vendían en los pueblos que se repartían a lo largo de Inglaterra, por lo general llegaban y partían sin que nadie notara su presencia a excepción de las dueñas de los prostíbulos que se ocultaban en centro mismo de Londres y que veían en ellos clientes fieles, siempre dispuestos a vaciar sus bolsillos en pro de una noche de diversión.
—Yo también estoy harto de esta dieta, pero prefiero beber sangre fría a beber una que apeste a alcohol — respondió Dan con frialdad mientras se zafaba de la mano de su compañero.
— ¿Por qué vienes ahora con esos caprichos? —reclamó enfadado Leonard— ¿Desde cuando que un vampiro hambriento puede darse esos lujos? No hemos hecho más que morirnos de hambre desde que llegamos a Londres, ¿No se te ha ocurrido que alguien se va a dar cuenta que casi no quedan perros callejeros? — le increpó  clavando sus  dorados ojos en los de Dan.
—Bueno, podemos empezar a cazar a los Puddles de las señoras de West End si lo que quieres son presas más gordas — Dan le devolvió la mirada con una sonrisa sardónica.
—Esto es en serio. Si voy a morir de algo no quiero que sea de hambre —bramó Leonard, luego cambio la expresión y añadió con una mirada de suplica—, además no me gustan los Puddles.
—Sabes perfectamente que no morirías de hambre —le corrigió Dan—, pero lo haré: voy a sacrificarme por ti —consintió—, sin embargo no pienso beber ni una sola gota: Te cedo ambos.
Dan se cubrió con la capucha. Las alegres risotadas del par de comerciantes resonaban en la vacía avenida y se acercaban tambaleantes junto al otro al callejón donde ambos vampiros los esperaban. Al doblar la esquina del poco iluminado callejón uno de los comerciantes de detuvo a orinar mientras el otro continuó caminando. Unos pasos más adelante le esperaba Leonard resguardado en la imperante oscuridad. Dan esperó que el comerciante terminara de orinar y que buscara a su compañero antes de asestarle un calculado golpe que lo dejó inconciente. Leonard apareció unos segundos después con una amplia sonrisa en los labios. 
— ¿Estas seguro que no quieres a este?
—No gracias, es todo tuyo —le respondió Dan exagerando una mueca de asco.
Leonard se acerco al inconciente comerciante y se inclinó para tomarle de la mano y beber de su muñeca. Dan se alejo un par de metros, el olor de la sangre le llegaba aún más intensamente debido a su famélico estado. No bien Leonard hubo acabado de desangrar al hombre le torció el cuello. Cada uno de los vampiros tomó un cuerpo, la niebla comenzaba a apoderarse de las calles y les proporcionaba un eficaz disfraz, cualquiera que caminara no muy cerca diría que volvían de una noche de juerga. Dan trataba de mantener el suyo lo más alejado de su cuerpo ya que los residuos fecales del exánime escurrían por su pantalón salpicando todo a su alcance.


II

Después de llegar a un par de modestas habitaciones en la que los comerciantes residían durante los días que permanecían en la ciudad, Leonard se divirtió acomodando los cuerpos en posiciones obscenas mientras Dan encendía una grasienta lámpara.
— La verdad es que me siento un poco mal por los señores —exclamó Leonard con fingida tristeza—: justo cuando celebraban su luna de miel ocurre un incendio.
—Si los dejas así se van a dar cuenta que no murieron quemados —indicó Dan tomando algunos papeles y apilándolos junto a las cortinas y las ropas de cama—: cuando sientes humo y fuego no sigues fornicando como si nada pasara.
—Cierto —asintió Leonard divertido— ¿mejor los escondo bajo la cama?
—No —respondió Dan algo exasperado—, debe parecer como si el fuego los hubiese obligado a refugiarse en algún sitio que los pudiera proteger o que estaban tan borrachos que no sintieron el humo. Tú lleva al de arriba y yo llevo al de abajo — señaló el mientras dejaba la lámpara sobre un mueble y se acercaba a uno de los cuerpos.
— ¿Dónde quieres ponerlos? —Preguntó Leonard abarcando con la mirada todo el cuarto— No hay mucho donde elegir.
Dan asintió y reflexionó un momento.
—Los sentaremos en la mesa — dijo al tiempo que tomaba un cadáver y lo arrastraba en dirección a ella, luego lo sentó en una silla.
El tronco del hombre cayó en la mesa de forma que parecía como si se hubiese quedado dormido sobre ella. Leonard hizo lo mismo con el otro cuerpo. Dan buscó dos vasos, puso uno en la mano de uno de los muertos y el otro en la mesa. Los vasos estaban sucios así que no debía preocuparse de los restos de saliva que debían tener si querían fingir bien la escena. También tomó una botella de vodka, vació un poco en cada vaso, luego un poco en el piso y en la ropa de los comerciantes.
Hecho los arreglos, Leonard se apresuro a salir de las habitaciones mientras Dan volcaba el resto de la botella de vodka sobre los papeles para luego lanzarles la lámpara encendida. Los papeles ardieron rápidamente y las llamas alcanzaron la cortina con aún mayor velocidad. Dan abandonó la casa antes de que comenzara a salir humo, permaneció junto a Leonard frente a la residencia observando como el fuego consumía las paredes y como estallaban las llamaradas a través de los cristales. Sólo dejaron el lugar cuando el incendio comenzó a  devorar las casas aledañas y algunos de los residentes escapaban despavoridos de las voraces llamas.
— ¿Quieres que vayamos a cazar algo para ti?— preguntó Leonard a Dan al ver que la rápida carrera que debieron hacer para evitar ser vistos en las cercanías del incendio había dejado exhausto a su compañero
—No te preocupes, estoy bien —le respondió el vampiro deteniéndose para descansar—. Estoy hambriento, es cierto, pero mejor me voy a buscar algún Puddle desprevenido porque otro incendio esta misma noche o en la semana podría crear la idea de un pirómano suelto.
—Tienes razón, pero podríamos simular un asalto o una desaparición y escondemos el cadáver hasta que este tan descompuesto que nadie se entere como murió —replicó Leonard preocupado por la particular dieta que se empeñaba en seguir su compañero—; ya lo hemos hecho otras veces en otras ciudades.
—Dejemos esas tretas para una emergencia, no sabemos cuanto tendremos que permanecer en Londres. Hazte a la idea que estamos con una dieta restringida y que el bocado de hoy fue sólo una excepción —le increpó el vampiro con autoridad y luego le guiño un ojo—, además de hambre no me voy a morir.
Dan comenzó a caminar con paso lento, Leonard lo seguía a un par de metros. Desde que habían llegado a Londres su compañero no había mordido a ningún humano, eso tenía justamente preocupado a Leonard. La dieta a bases de animaluchos no bastaba para saciar la sed de un vampiro joven como lo era Dan. Leonard decidió que de todas formas iría en busca de una presa para su compañero. Ya lo había salvado contra de su voluntad cuando se conocieron, por otro lado cuando Dan se encontrara con los hechos consumados no tendría más opción que alimentarse decentemente por lo menos esa noche y olvidarse de toda su meticulosidad.
—No soporto oír como chillan esos chuchos — murmuró de repente Leonard.
Dan se detuvo, a pesar de que lo había dicho en voz baja era perfectamente audible para el vampiro.
— ¿Por eso es que no te gustan los Puddles? — le interrogó sorprendido de la repentina confesión cuando su compañero lo hubo alcanzado.
—Y porque son muy mullidos, odio su pelo esponjoso — señaló Leonard con un bufido.
—Entonces no me acompañaras — afirmó el vampiro con una sonrisa incrédula.
—Creo que no —concluyó el otro lanzándole una mirada fiera—. Si quieres desangrar motas de algodón es tu opción, no me puedes obligar a seguirte
—Claro que no, pero…
— Pero nada —le interrumpió—, me voy a ver si hay rastros de algún nido por lo alrededores — mintió convincentemente Leonard, ésta no era la primera vez que lo hacía y el tono severo que había adoptado claramente terminó por convencer a su compañero.
—Nos vemos en la casa entonces — respondió Dan molesto.


III

Leonard le hizo un gesto con la mano a su compañero al voltearse y se alejó rápidamente en dirección opuesta, por su lado Dan tomó una calle secundaria y siguió por ella hasta que llegó a una calle llena de prostíbulos. Ciertamente el hambre y el instinto lo habían llevado a buscar alimento y de forma inconciente se encontraba en aquella calle.
Había esperado que Leonard le ayudase a evitar cualquier tentación. Talvez esa misma era la razón por la que no había querido acompañarle, pensó. Sus ojos vagaban entre la gente. Se preguntó si podría llevarse a alguna de las muchas prostitutas donde nadie pudiera descubrir lo que pretendía hacer con ella y después simplemente simular que la habían atacado para asaltarla.
No, no podía hacerlo.
Esa ciudad ya había experimentado la visita de un nido de vampiros y ciertamente ellos no habían sido muy meticulosos. Dan se detuvo sintiendo la frustración arder en su interior. Maldita había sido la hora que habían decidido ir a Londres. Si no fuera por la necesidad de buscar un grupo al cual unirse. De pronto levantó la cabeza, un olor conocido lo había echo salir de sus cavilaciones. Ella, la muchacha de la avenida, estaba caminando también por esa calle, su olor era tan perceptible como si estuviera a su lado. Dio un par de pasos indecisos dándose cuenta de que recién había pasado junto a él y que sin duda se dirigía en dirección opuesta, dudó si girar o no.
Se había acostumbrado al olor de la joven, durante la semana que estuvieron estudiando a los comerciantes la había visto hacer el mismo recorrido por la desierta avenida todos los días y a la misma hora. Una de aquellas noches, una en la que estaba especialmente hambriento había fantaseado una y otra vez con la eventualidad de beber su sangre y mientras regresaban a su guarida, una casa a las afueras de  la ciudad, no había dejado de sentir su olor en su mente como si se lo hubiesen incrustado en la cabeza. Esta noche estaba aún más sediento que en la ocasión anterior. No, tenía que seguir adelante hasta la plaza Piccadilly por lo menos allí encontraría algún medio de apaciguar su sed, pero el aroma de aquella joven era tan persuasivo…
— ¡Al diablo! —murmuro y se dejó guiar por el aroma.
Era todo instintos en esos momentos, lejos estaba el meticuloso y sosegado ser que jamás permitiría una acto tan deliberado y riesgoso. El vampiro, la bestia irracional, había tomado el control por completo y seguía el rastro de su presa con salvaje impaciencia. Un par de cuadras más adelante la vio. Caminaba con paso apurado envuelta en su abrigo escocés con su bufanda y su gorro, ambos negros. Sin duda se había percatado que la seguían, de nada servia mantenerse a esa distancia si ya había notado su presencia, además no podía desear un mejor escenario: la calle estaba desierta y la niebla había bajado lo suficiente para evitar que cualquiera lo viera atacarla o la oyera gritar, pero por supuesto que no tendría la oportunidad de hacerlo.
Dejo que sus extremidades se movieran libremente. En un segundo estuvo junto a la muchacha. La tomó por la espalda, sintió un tibio halo de su olor desprenderse de su cuerpo. Esta era la verdadera razón por la que no quiso beber de los comerciantes, una secreta obsesión se había estado forjando; deseaba la sangre de esta joven en particular, ninguna otra podría saciar su sed. La muchacha luchó para liberarse. Con una mano el vampiro le cubrió la boca para evitar que gritara, ella trató de voltearse, pero el vampiro se lo impidió, entonces intento quitarse la mano de su boca aferrándose con ambas manos al brazo de su atacante, pero sus esfuerzos eran en vano. El vampiro la mantuvo pegada a su cuerpo y con la otra mano le quito la bufanda de un tirón, al hacerlo voló también el gorro liberando una rizada cabellera pelirroja, el tibio aroma del cabello de la joven excitó aún más al vampiro, sentía el fluido de ponzoña en su boca fresca y pegajosa.
Hundió la cabeza en la llameante cabellera y mientras buscaba el cuello, la aprisionó para mayor seguridad con su otra mano por la cintura, aunque la presa completamente rígida no se atrevía a luchar para liberarse. El vampiro le movió la cabeza para dejar a su alcance el cuello. La muchacha comenzó a gemir suavemente y lanzó un grito ahogado cuando los colmillos penetraron su carne.
Sentía la tibia sangre fluir en sus fauces. Bebió con avidez; el sabor de la sangre de la muchacha lo dejo estupefacto, no recordaba una sensación como aquella desde la primera vez que se alimentó como vampiro. Saboreo arrobado el líquido espeso que bajaba sin dificultad por su garganta sedienta. Continuó bebiendo completamente exaltado, apretujando a  su victima entre sus brazos hasta que ya no pudo aguantar la sensación. Creyó que había dejado completamente seca a su presa. Estaba en tal estado de excitación que no podía siquiera moverse, una repentina debilidad invadió su cuerpo, se dejó caer de rodillas ahí mismo aún con la muchacha en brazos, luego sus brazos sin fuerzas dejaron de sostener a su presa, el cuerpo de la muchacha cayó apoyándose contra el pecho del vampiro.
Cuando al fin sintió que recuperaba las fuerzas intento incorporarse, pero un casi inaudible gemido lo detuvo, miró atónito a el cuerpo que se apoyaba en el de él.
La muchacha continuaba con vida.
Movió instintivamente las manos hacia la cabeza de su presa. Un rápido giro a su cabeza y habría desaparecido la evidencia. La joven se estremeció intentando levantarse, la falta de fuerzas la hicieron deslizarse hacia un lado. El vampiro pudo ver entonces un rostro lívido con unas largas pestañas apretadas en un esfuerzo por no perder la conciencia y la boca abierta tratando de llevar todo el oxigeno posible a los pulmones. La visión hizo retroceder al vampiro, ya satisfecha la bestia se había dejado dominar. Dan levantó una mano y palpó ligeramente una mejilla de la joven, su temperatura corporal había bajado y las oscilaciones irregulares de su respiración indicaban que se encontraba en estado de shock.
El acto estaba consumado, la había atacado ferozmente, pero aún así ella continuaba con vida. La elevó entre sus brazos y la cubrió con  su capa, necesitaría llevarla a un lugar seguro para que se restableciera. No podía creer que había cedido de esa manera tan salvaje a sus instintos. Leonard se lo había advertido, pero él se había confiado demasiado. No podía dejar que muriera, no sabía porque, pero debía salvarle la vida.
Mientras corría a toda velocidad por los callejones invadidos por la niebla se preguntó si la compasión que le inspiraba aquella muchacha era el mismo sentimiento que Leonard había sentido cuando lo salvó de morir entregándole una nueva vida como vampiro más de veinte años atrás.


IV

—Entiendo que quieras controlar tus instintos —comenzó Leonard—, pero te advertí que inevitablemente terminaras haciendo una tontería como esta.
— ¿A que te refieres con tontería? —Dan se paseaba de una lado de la habitación al otro— esto no es una tontería, es el peor error que pude haber cometido.
—Ningún error —afirmó con decisión Leonard—. No te castigues tan duramente, en cuanto se recupere la enviamos devuelta a casa y asunto olvidado.
—No podemos —respondió con una nota de desesperación—: Nos delatara y empezaran a cazarnos
—Sí podemos, ya lo hemos hecho antes ¿no?
A pesar de lo tranquilo que se había obligado estar el continuo pesimismo de Dan comenzaba a  exasperar a Leonard. Cuando Dan llegó corriendo junto a él completamente fuera de control mientras asechaba a una prostituta pensó en las peores cosas que pudieran suceder: lo habían descubierto mordiendo a alguien y no pudo eliminar la evidencia o había aparecido un nido y no eran amistosos, también cabía la posibilidad de que se hubiese encontrado con un licántropo, pero no solían habitar en las ciudades grandes. Sin embargo cuando llegaron a su guarida y vio el cuerpo de alguien tendido en la cama de una de las habitaciones sintió una mezcla de risa y compasión. Sólo la expresión desesperada de Dan evitó que soltara una carcajada.
—Sí se que ya lo hemos hecho, pero se van a dar cuenta.
— ¿Quieres que planeemos un rapto y pidamos dinero por ella? Nadie le creerá que fue secuestrada por vampiros y que la dejaron ir.
—Si ella les muestra las marcas sabrán que la mordí — replicó rápidamente Dan.
—Entonces la matamos y escondemos su cuerpo o lo lanzamos al Támesis — arguyó Leonard sin saber que más decir.
— ¡No! —gritó Dan con los ojos muy abiertos— Si encuentran el cuerpo van a descubrir que murió desangrada por un vampiro.
La sola idea desagradaba tanto o más a Dan que si toda Londres se enterara de la presencia de ambos vampiros en la ciudad.
— ¿Cuantas probabilidades hay de que lo descubran? Creo que estas exagerando — dijo Leonard perdiendo la paciencia—. Si no quieres que vuelva a casa y no quieres matarla, entonces ¿Qué quieres hacer con ella?
—No lo se— respondió apesadumbrado el vampiro—, por ahora esperar que se recupere.
— ¿Y luego? ¿Transformarla? — preguntó receloso.
Bien podía ser esa la razón de tanto pesimismo, la muchacha era bonita y, por lo visto, resistente. Esa resistencia la hacía una excelente candidata a vampiro, pensó Leonard.
—No se, ella tendría que decidirlo.
Leonard había temido que alguna vez Dan quisiera formar su propio nido en vez de buscar alguna a la que unirse. Su maestro poco le había hablado sobre como se formaban los nido, pero alguna vez le contó que algunos vampiros ampliaban su familia formando nuevos vampiros. Ciertamente los lazos que se establecían eran más fuertes evitando así las disputas por quien seria el la cabeza del grupo,  pero existía el riesgo de que los celos entre “hermanos” terminaran en terribles enfrentamientos, mucho peores que los de los nidos que recibían vampiros temporalmente, generalmente en estas si no se sentían cómodos con el resto podían partir solos o dividiendo el nido.
“—Los vampiros tratan, por lo general, de mantener un bajo perfil, siempre en las tinieblas ya sea por convención, costumbre o conveniencia —le había dicho Ruinard, su maestro—, por otro lado los descomunales enfrentamientos entre vampiros nunca pasan desapercibidos”.
— ¿Quieres una compañera? — preguntó serio Leonard y no sólo por la amargura que sentía cada vez que recordaba a quien lo había transformado en vampiro.
Un tono rosáceo en el rostro de Dan hizo darse cuenta a Leonard que la pregunta había hecho sentir incomodo a su compañero
— ¡No!— respondió rápidamente— no es eso.
Leonard y Dan siempre habían bromeado sobre el asunto. Cada vez que veían a una mujer atractiva Leonard le preguntaba si quería que se la transformase. Dan bromeaba también preguntándole a su compañero si no lo había transformado únicamente porque le gustaba más la compañía masculina que la femenina. Ambos reían y no tomaban en serio estas bromas, pero la expresión de Leonard no dejaba lugar a dudas, estaba hablando completamente en serio.
Dan se había planteado la idea alguna vez, tener una compañera, la idea no era descabellada, pero le parecía egoísta sobre todo sabiendo que Leonard había dejado atrás a su familia al convertirse en vampiro.
—No creo que este listo para eso aún —le dijo Dan con tranquilidad—, pero si ella quiere convertirse en vampiro la convertiré.
A Leonard le pareció justa esa decisión. Por la manera involuntaria en que había sido transformado Dan era innegable que él quisiera hacer participe de la decisión a la muchacha, además ella era mucho más resistente de lo que había sido Dan a la mordedura, si Leonard no lo hubiese transformado hubiese muerto.
—Me parece bien ¿pero que pasará si se niega?
Dan no pudo responder, desde la habitación en la que se encontraba la joven se escuchaban ruidos y gemidos. Ambos vampiros estuvieron allí en un momento. La muchacha se estaba recuperando del desmayo que había sufrido debido al shock. Dan se acercó a la cama, la muchacha abrió los ojos, mantuvo la mirada un momento sobre el rostro del vampiro, pero luego su mirada vagó confusa por la habitación. Leonard sintió que algo no estaba marchando bien, se acercó a la joven y le palpo la frente, estaba ardiendo. Dan le miró interrogante.
—Tiene fiebre, probablemente estuviera enferma y la perdida de sangre hizo que la enfermedad empeorara — dedujo el vampiro.
— ¿Qué tiene? — preguntó Dan paseando su mirada desde la cara de la joven a la de Leonard.
—No lo se, puede ser desde un resfriado hasta neumonía, o algo peor — respondió con preocupación.
Leonard como humano no había sido más que un campesino, pero como vampiro había tenido suficiente tiempo para leer de todo, incluso tratados médicos, por lo que Dan sintió que su afirmación podía ser más que acertada.
—Hay que bajarle la fiebre — dijo Leonard mientras le quitaba el abrigo a la muchacha.
Dan lo miró expectante.
—Trae compresas frías — ordenó el vampiro.
Dan corrió escaleras abajo. Buscó algo que pudiera servir como compresa, revolvió los cajones de la cocina y sala y no encontró nada, finalmente quitó una de las sábanas que cubrían los sillones y muebles y que los dueños de la casa usaban para proteger sus muebles del polvo, la hizo jirones, luego se dedico a la tarea de buscar agua, pero en toda la casa no había una sola gota del liquido. En esa casa tenían un pozo en el patio de la cocina, podría ir por un poco, pero aún no era ni mediodía. Nunca se había aventurado a salir al sol, sólo por curiosidad, a veces dejaba que un rayo de sol tocara las yemas de sus dedos, pero en vez del tibio calor que habría percibido siendo humano, se sentía como si hubiese puesto sus dedos en la llama de una vela. Consideró la idea de cubrirse con la capa, no, probablemente se sofocaría con el sol a esa altura. Subió resignado llevando los trozos de tela.
—No hay agua en toda la casa — dijo al ver la cara interrogante de Leonard.
— ¿Estás seguro?
—Completamente. Hay un pozo en el patio, creo que tendremos que esperar el anochecer para ir por ella — respondió tirando los trozos de tela a un rincón de la habitación.
Acurrucada en la cama, la muchacha, temblaba producto de la fiebre. Leonard se acercó una vez más, de pronto una idea se le vino a la cabeza, puso su mano en la frente de la muchacha, esta se encogió aún más en la cama.
— ¿Qué hace que la fiebre baje? — preguntó Leonard a Dan con felicidad.
— ¿El agua?
—No, algo frió —respondió Leonard con suficiencia—. Por ahora el contacto de algo frío contra la piel de esta muchacha debiera servir para controlar la fiebre.
Dan observó la mano del vampiro en la frente de la muchacha y comprendió. El contacto con la fría piel del vampiro era en lo que pensaba Leonard.
—Eso será suficiente hasta que anochezca ¿no? —preguntó Dan caminando alrededor de la cama—. Por lo menos hasta que podamos ir por agua al pozo.
—Creo que necesitaremos algo más que agua —respondió Leonard cambiando su mano de posición—, talvez deberíamos llevarla al hospital al anochecer.
—El hospital es el peor lugar en el que puede ir a parar un enfermo— alegó el vampiro deteniéndose junto a la cama— si la llevamos seguro que muere.
—No la podemos cuidar Dan, somos vampiros no enfermeras.
Leonard observó la expresión de Dan, tantos cuidados con una humana cualquiera no era normal.
— ¿Por qué te sientes tan responsable de ella? Hemos mordido otros humanos y con ninguno te he visto comportarte como con ella ¿Qué tiene de especial?
Dan se alejó hacia la ventana
—No debí morderla, si hubiese muerto talvez no importaría tanto, pero esta viva. Siento que soy responsable de mantenerla con vida. Es mi error y quiero repararlo.
—Te entiendo, pero necesita cuidados que no podemos darle, no tenemos ningún comestible, ni siquiera sabemos si hay agua en el pozo.
—Por favor — susurró Dan.
Era la primera vez que Dan le pedía un favor a Leonard. No tenía argumentos en contra de lo que decía su compañero, no había manera de justificar lo que pedía, ¿Qué razón podría haber para cuidar a una completa desconocida? Ninguna.
La petición de Dan era una muestra del sentimentalismo humano del que Leonard pensaba que a Dan ya no le quedaba. Se sorprendió al darse cuenta de ese hecho. Dan había sido completamente ajeno a las emociones humanas desde que lo trasformara, y no tenía forma de saber si antes había sido diferente. El vampiro permaneció en silencio meditando la petición de su compañero. Recordó cuando le confesó a su maestro que había convertido Dan, lo había hecho llevado por la compasión, por lo mucho que le recordaba a su propio hijo, el afán de salvarle la vida, talvez porque no pudo hacerlo con su hijo. También recordó la desaprobación de su maestro y la rotunda negativa. Ahora Dan le pedía ayuda y desde su propia experiencia, no se sentía capaz de negársela.
­—Está bien —exclamó Leonard—, cuidaremos de ella hasta que se recupere, si es que se recupera y después veremos que hacemos con ella.
—Gracias — respondió Dan no del todo convencido de que estaba pidiendo lo correcto ¿Qué era ese capricho de mantenerla viva?
Observó a la muchacha tendida en la cama acurrucada y temblando. Sus rojos rizos se esparcían desordenados sobre las desteñidas sábanas, tenía el rostro compungido y enrojecido por la fiebre.  Miró luego a Leonard, mantenía su mirada fija en el rostro de la muchacha, estaba serio, demasiado serio. Se acercó y le tocó el hombro.
— ¿Pasa algo?
—No, nada — respondió Leonard como volviendo de una ensoñación.
— ¿Te sientes bien? — preguntó presintiendo algo malo.
Leonard giró y entonces Dan pudo ver como el ámbar de sus ojos se teñía de un pálido carmesí.
—Estas sintiendo hambre.
—Sólo un poco —corroboró avergonzado el vampiro—, no me puedes negar que se ve tentadora.
—Tienes razón —dijo echándole otra mirada a la joven, la sangre caliente agolpándose en sus mejillas era muy tentadora— ¿quieres que lo haga yo?
—Sí, gracias — respondió Leonard y enseguida quitó su mano de la frente de la muchacha.
Dan cogió la única silla que había en la habitación, la acomodó cerca de la cabecera de la cama y se sentó en ella. Estiró su blanca mano y la posó con suavidad en la frente de la enferma, instantáneamente sintió el febril calor, era un calor incomodó y abrumador, pero no retiró su mano, la dejó allí obligándose a soportar la incomodidad.
—Jacques...
La voz de la muchacha era un susurro. Dan buscó con los ojos a su compañero.
—Esta delirando —respondió Leonard con rapidez—: está llamando alguien, talvez su hermano o novio.
—Entonces hay alguien que la puede estar buscando — murmuró Dan preocupado.
—Sí, pero yo creo que debiéramos preocuparnos de eso después
— ¿Por qué? — preguntó Dan confundido
—Porque si esta delirando significa que la fiebre ha subido más de lo debido, tenemos que hacer algo más...—dijo Leonard paseándose por la habitación— ¿tienes hambre?
—Puedo soportar estar cerca de ella sin ningún problema —respondió Dan extrañado —, si a eso te refieres.
—Sí, a eso me refería precisamente, tienes que hacer algo más para bajarle la fiebre.
Dan comprendió enseguida y se quitó la chaqueta y las botas. Mientras hacía esto Leonard terminó de quitarle el vestido dejándola sólo con la ropa interior. Dan frunció el ceño.
— ¿Cómo se supone que va a bajarle la temperatura llevando tanta ropa? — le preguntó Leonard pasándole el vestido.
Dan suspiró resignado, dejó su ropa y la de la muchacha a un lado y se metió en la cama. La muchacha se alejó de la fría presencia del vampiro, encogiéndose entre las sábanas. Dan estiró sus brazos y atrajo hacia él a la muchacha, la aferró por los hombros dejando que el febril rostro de la enferma se ocultara en su pecho, ésta se estremeció al sentir la fría piel del vampiro a través de la ropa. El calor que emanaba de la muchacha era sofocante, Dan sentía como si la piel de ella ardiera desde su interior y que las llamas se filtraran a través de la tela para abrasarle la suya.
—Jacques...— susurró la joven nuevamente.
— ¿Qué más hago? — preguntó el vampiro a Leonard preocupado.
—No lo sé —respondió sentándose a los pies de la cama—: ¿esperar?
Se pasaron la mayor parte del día en silencio, sólo interrumpido por los gemidos de la enferma y el susurro de los árboles agitados por el viento. De vez en cuando la muchacha murmuraba cosas, la única palabra descifrable que salía de sus labios era un nombre: Jacques.
— ¿Cuanto ha pasado?— preguntó Dan
—No lo sé, pero aún falta algo para que podamos salir sin peligro — respondió Leonard bostezando. No era que sintiera sueño, pero la falta de actividad lo hacia sentirse perezoso
A Dan le parecía una eternidad. El incesante calor de la muchacha le había invadido todo el cuerpo, el aire en toda la habitación se había entibiado pese a que no era un día caluroso. Además el sudor de la muchacha hacía que la ropa se le adhiriera húmeda a la piel, era una sensación incomoda.
—Talvez debieras cambiar de posición — sugirió Leonard.
—No serviría de mucho —respondió Dan—, creo que ya tomé la misma temperatura que ella.
Leonard se acercó a Dan con curiosidad, le palpó la frente y luego a la muchacha, en efecto su temperatura era casi la misma que la de la joven.
—Creo que has descubierto que los vampiros absorben calor de la misma forma que las esponjas absorben agua — bromeó el vampiro mientras se alejaba de la cama.
—Entonces ya no tiene caso que siga aquí — dijo Dan mientras se desprendía de los brazos de la muchacha, no se había dado cuenta que ella también lo abrazaba a él.
— Jacques...— llamó la muchacha al sentir que Dan se soltaba de ella.
Ambos vampiros se miraron extrañados. De pronto Leonard se largo a reír.
—No te burles — alegó irritado Dan.
No era sólo que le irritara que le confundieran con otro, pero se sentía ridículo en esa situación, tenía la camisa y el pantalón humedecidos por el sudor de la muchacha, además a pesar de ya haberse soltado de ella sentía el calor aún quemarle la piel. Se desprendió de la camisa para quitarse algo de esa sensación y la arrojó a un lado con hastío.
—Se esta deshidratando rápidamente — observó Leonard, mientras comprobaba las sábanas mojadas en sudor.
Dan le echó una ojeada rápida, era cierto que estaba sudando mucho.
—Hay que cambiar las sábanas y darle a beber algo.
Dan bajó a la sala, tomó varias sábanas de las que cubrían los muebles, miró la hora en el reloj de la sala y  subió nuevamente. Arrojó las telas en la cama.
—No hay nada para beber que no sea el sudor de las sábanas.
Los dos hicieron una mueca de asco. Dan sentía que recuperaba su temperatura normal y eso le agradaba.
—En una hora más ya estará lo suficientemente oscuro para que podamos ir por agua — anunció Dan.
—Eso es un alivió —suspiró Leonard—; es demasiada tentación estar en la misma habitación que ella.
En efecto, Leonard estaba hambriento, estar con la joven todo el día había agotado su fuerza de voluntad. Se preguntaba como era que Dan no sentía lo mismo, incluso había permanecido a centímetros del cuello de la muchacha y no había dado señales de querer morderla en ningún momento.
—Incluso mordería a un puddle — bromeó Leonard.
Dan tomó en brazos a la muchacha mientras Leonard quitaba las sábanas húmedas y ponía  las secas. Al sentir el contacto de Dan, la muchacha había vuelto a murmurar el nombre Jacques, Leonard se contuvo y no dijo nada al respecto.
Terminaron de cambiar las sábanas, Dan se dio cuenta de que la muchacha aún continuaba con la ropa húmeda, consulto a su compañero con la mirada y este sólo se encogió de hombros.
—Yo ya le quité el vestido —dio este por respuesta—, además apenas si me mantengo en la habitación.
Dan la recostó con suavidad sobre la cama, pero al querer levantarse la muchacha no se soltaba de su cuello. Leonard luchaba con todas sus fuerzas para evitar soltar una carcajada. El vampiro retiró con suavidad los brazos de la muchacha de su cuello y comenzó a quitarle la ropa interior, cuidando de tocarla sólo lo justo y necesario y sin mirarle. Leonard se había puesto de espaldas a la cama y reía en silencio. Al terminar Dan tomó el vestido y se lo puso de la manera que adivinó podría ir. Luego abrió los ojos con cuidado y vio que no lo había hecho del todo mal. Decidió que ya había hecho bastante por ella y se fue a sentar en la silla.
—Yo creo que el tal Jacques es su novio — exclamó Dan.
—Yo también lo creo — dijo Leonard parado en el umbral de la puerta.
— ¿Crees que la estén buscando?
—Probablemente —respondió el vampiro—; Para estar seguros tendremos que averiguarlo.
Leonard miró a Dan sentado en la silla. La manera en la que miraba a la muchacha en la cama le hizo recordar cuando el mismo había cuidado a Dan.
—Yo iré —dijo—, también te traeré algún Puddle para el desayuno, si quieres.
Dan lo miró agradecido.
—Me conformaré con lo que me traigas — le respondió con una sonrisa agradecida.


V

La fiebre había cedido y la joven ya no deliraba, así que esperaron al anochecer para ir al pozo, luego Leonard se fue a la cuidad para averiguar si buscaban a la muchacha. Dan se quedó cuidándola, pero no hacía mucha falta ya que dormía apaciblemente. Dan rebuscó en resto de las habitaciones y encontró ropa de hombre que le quedaba. Llevó a la habitación donde dormía la muchacha un gran jarrón lleno de agua y se quedó a la espera de Leonard.
Contempló el pálido rostro de la joven, tenía unas cuantas pecas en la fina nariz y en las mejillas, era delgada y pequeña y se veía aún más pequeña acurrucada en la cama. Dan se acercó y la arropó, al hacerlo le movió el cabello y vio en el cuello las marca de su mordedura, dos pequeñas heridas a unos cinco centímetros una de la otra. Los vampiros tenían la habilidad natural para encontrar una artería en cualquier criatura de la que se alimentasen: brazo, muñeca, pierna, cuello, columna. Vio una vena latir en el cuello de la muchacha, de pronto se le secó la garganta. Dejó caer el cabello de la muchacha sobre su cuello y se alejó de la cama. Permaneció parado en el umbral de la puerta reprochándose su momento de debilidad.
— ¿Qué me pasa? ¿Me paso todo el día cuidando de ella y después me muero de ganas de desangrarla? —murmuro para si mismo— Soy un vampiro. Sí, pero no un salvaje. No, no soy ninguna bestia salvaje que sale de caza y mata porque sí. No lo soy. Aún soy un ser civilizado y tengo que controlar esta situación. Control, esa es la clave. Un momento de debilidad lo tiene cualquiera, pero no dos, no dos. Maldita sea la hora que vinimos a Londres.
Miró con desden hacía la cama.
—Alimento, eso es lo que eres. Pero no para mí. No, ni para Leonard. Alimento para los gusanos cuando te mueras de vieja o de lo que sea que te mueras, pero yo no te voy a matar — le dijo a la muchacha que aún dormía.
Se acercó y se paseó junto a la cama.
—Alimento, alimento. Sólo simple alimento que no puedo tener — suspiró.
— ¿Hablando con la comida?
Leonard le observaba desde la puerta con una sonrisa burlona. Dan se detuvo sorprendido de no haberlo sentido llegar ¿tan absorto estaba en sus pensamientos?
— ¿Traes noticias? — preguntó ansioso.
—Sí, buenas, malas, regulares y unas cuantas sin clasificación — bromeó.
—Dan lo miró con gravedad.
—Bueno, está bien —dijo—: Ella es Eva Elliot, es heredera de una gran fortuna y la están buscando, ya intervino la policía, están ofreciendo una recompensa. Así que tenemos tiempo de que se recupere algo y devolverla explicando que ella se sintió mal de pronto, que la cuidamos y todo lo demás antes de que se complique el asunto.
— ¿Y si sospechan que le hicimos algo? — preguntó Dan.
—Si piensan algo así serian unos malagradecidos, después de todo “la salvamos”.
Dan rió, sintió que estaba siendo demasiado perspicaz. Leonard tenía razón: podrían devolverla diciendo que se desvaneció y que ellos la cuidaron salvándole de morir de hipotermia. Una excusa excelente, pero aún así no estaba convencido del todo.
— ¿Por qué no la llevamos ahora? —preguntó Leonard con impaciencia— Mientras antes mejor.
—No podemos llevarla ahora ¿donde quedaría nuestra imagen de buenos samaritanos si la sacamos a estas horas y con este clima?
Leonard arrugó la frente, luego asintió con pesar.
—Es decir que tenemos que esperar a que despierte y convencerla de que la ayudamos y que nos acompañe a la ciudad.
—Exacto, no podemos hacer que la policía venga aquí ya esta propiedad no nos pertenece y terminaríamos detenidos — señaló Dan con preocupación.
—Ya veo —murmuró el vampiro—. Entonces hay que rogar porque despierte pronto para salirnos de este lío lo antes posible.
Los dos se quedaron en silencio un momento.
— ¿Qué más averiguaste? — preguntó Dan de pronto.
—Cierto —dijo Leonard con el rostro preocupado—, ella vive sólo con dos sirvientes en una casa bastante grande y no tiene parientes vivos.
—Ya veo ¿Qué más?
— ¿No te parece importante? — preguntó Leonard con extrañeza.
—No ¿Por qué tendría que serlo? — respondió sorprendido.
—Porque si no tiene hermanos, ni primos, ni tíos, ni cuñados significa que Jacques no es un pariente y que probablemente sea su novio.
—O un amigo muy estimado para ella, pero eso no es importante —respondió Dan con seriedad y enfado, luego agregó—. Quien sea Jacques no es nuestro asunto.
Leonard se rió y se fue a parar junto a él.
—Es sólo una broma, no te enojes —dijo con tono conciliador—. Tengo otra noticia, una que si te va a interesar.
— ¿Cual? — preguntó el vampiro sin interés alguno.
— ¿Sabes lo que le pasó a su familia? — preguntó Leonard con exagerando el tono de pregunta y alargando la última silaba
—No, obviamente no lo sé — respondió Dan con cierto disgusto.
Leonard se paseaba de un lado de la habitación al otro, como si estuviera saboreando la noticia. A Dan no le parecía que fuera necesario tanto dramatismo y se lo hizo saber.
—Ya dilo de una vez o no digas nada — bufó sentándose en la silla y cruzándose de brazos.
Leonard se detuvo frente a él y comenzó a hablar en voz baja.
—La familia completa murió en una sola noche.
Dan miró a su compañero sin interés alguno.
—La familia Elliot fue encontrada en sus lechos, sin señal de haber sido atacados y la causa de muerte se estableció como: “anemia aguda de origen desconocido”, pero te puedo asegurar que fueron asesinados por vampiros.
El rostro de Dan cambió radicalmente, su expresión se transformó justo como Leonard pensó que lo haría.
— ¿El nido que estuvo aquí hace siete años?
Leonard afirmó con la cabeza.
—Ella no estaba en casa cuando todo sucedió, es enfermera y tiene la costumbre de quedarse en el hospital hasta muy tarde cuidando enfermas —explicó el vampiro—: es una muchacha conocida por lo que le sucedió a su familia y por sus extraños hábitos.
—Como caminar tarde por sectores peligrosos... —murmuró Dan.
Ambos miraron la cama de la enferma. Habían averiguado sobre las desapariciones y de las muertes de 1813, se imaginaron que podían haber sido vampiros, pero hasta el momento no habían logrado encontrar ninguna pista de lo que había sucedido realmente. Los datos de las investigaciones habían sido desilusionadores: listas de nombres de cadáveres exhumados, atravesados por estacas y/o quemados, pero nada que indicara marcas de mordidas o alguna otra pista. Era obvio que se habían basado en las tradiciones que decían que sólo bastaba la mordedura de un vampiro para la trasformación. Habían escuchado varias veces, mientras viajaban, el relato de la muerte de una familia completa a manos de supuestos vampiros. Ninguno le dio importancia, tan famosa era la historia que ya parecía parte de un mito.
Dan miró a la muchacha con horror y cierta consternación. Yacía en la cama una persona que había sobrevivido dos veces a la visita de vampiros.

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