Eine GeschichteMehr über Vampiren

 



I

La mañana siguiente Dan se encontraba de peor humor que el día anterior. Todo el asunto de la muchacha se había complicado y eso lo tenía estresado, mientras que para Leonard todo parecía continuar igual. Se paseaba por la habitación tomándole la temperatura a la joven y cambiándole las compresas. Por su lado Dan permanecía enfurruñado sin saber que hacer. La noche anterior Leonard le había llevado un vagabundo y se alimentó de él sólo porque el viejo estaba tan enfermo que era peor si lo dejaba vivo. Leonard estaba aprovechándose de la situación para quebrantar las normas que habían establecido para su protección y justo cuando tenían que ser más cuidadosos que nunca.
Leonard había salido a deshacerse del cuerpo cuando Dan escuchó despertarse a la muchacha, él permanecía de espaldas a la cama y se quedó en silencio para no asustarla. Durante un momento la escuchó revolverse en la cama y luego quedarse quieta.
—Tú...— susurró la muchacha con voz enronquecida— ¿Eres tú?
La sintió sentarse en la cama ¿Lo había reconocido como su atacante? Era imposible. Probablemente lo estaba confundiendo con alguien más, pero de todas formas permaneció inmóvil.
—Yo sabía que volverías, no tenia dudas de que lo harías. Te espere todos estos años y al fin estas devuelta — dijo con dificultad.
¿Que debía hacer? Era mejor que  la sacara de su error.
El vampiro giró lentamente, a pesar de la poca luz en la habitación su blancura resaltaba en las penumbras, sin embargo no era posible distinguir los rasgos de su rostro.
— ¿Por qué no dices nada? Si es porque me mordiste no te preocupes, no me habría afectado tanto si no hubiese estado enferma.
Lo sabía, sabía que él la había mordido. No había razón para ocultarse entonces. Se acercó un par de pasos, él podía ver perfectamente el rostro pálido de la joven. Estaba tranquila y sonreía como si lo conociera, como si la palidez mortecina de su rostro le fuera familiar.
Eso era imposible.
No, no se refería a él. Ella conocía a otro vampiro, probablemente del nido que había estado en la ciudad años atrás, la que había atacado a su familia.
—Acércate, no tengo miedo, puedes morderme otra vez si te sientes hambriento. Tú sabes que las mordidas y la perdida de sangre no me afectan tanto como al resto.
Dan estaba anonadado. Era un hecho que ella conocía otro vampiro, pero lo más sorprendente era que no estaba asustada.
—Ya lo has hecho otras veces ¿Por qué dudas ahora?
Un escalofrío sacudió la espalda de Dan, esta muchacha había sido utilizada como alimento de vampiros, ¿Cómo era posible que continuara con vida? ¿Seria cierto lo que decía acerca de que la perdida de sangre no la afectaba?
Se acercó a la única vela que iluminaba la habitación lo suficiente para que la muchacha pudiera verle el rostro. Sus profundos ojos azules refulgieron frente a la llama. La expresión de la joven cambio por completo, de una sonrisa a una mueca de asombro y miedo. Permanecieron mirándose unos segundos hasta que Dan retiró el rostro abrumado por la intensidad de la mirada de la muchacha.
— ¿Quién… quién eres tú? — preguntó aterrorizada.
—Lamentablemente no soy Jacques —le respondió Dan mientras se alejaba de la luz y se acercaba una silla cerca de la cama. Se sentó con cuidado y fijó sus ojos en la enferma.
La joven retrocedió en la cama manteniéndose lo más alejada posible del vampiro.
—Eres uno de los de su grupo ¿no? ¿Por qué me mantienes con vida? Jacques me dijo que se desharían de mí si me encontraban.
—La expresión del rostro de Dan se endureció, Jacques era el vampiro con el que lo había confundido.
—No soy del nido de Jacques, si a eso te refieres, ni siquiera conozco a ese tal Jacques —le respondió el vampiro—. Mi nombre es Dan y viajo junto a mi compañero Leonard.
La mirada desconfiada de la muchacha le pareció divertir al vampiro
—Entonces ¿Por qué…
—¿Por qué sé su nombre?—una amplia sonrisa se formó en los labios de Dan—, porque lo llamabas en tus sueños a cada momento, incluso mientras delirabas por la fiebre me llamaste Jacques. Sácame de una duda ¿Me parezco a ese tal Jacques?
La muchacha no demoró en responder.
—No. Él no tiene los ojos azules, sino verdes, aunque tiene el cabello negro, pero la última vez que lo vi lo usaba largo y no como lo usas tú…
El volumen de su voz de fue bajando en intensidad en cuanto se fijó en la mirada interesada de Dan, inmediatamente se dio cuenta de que estaba hablando de más.
—¿Por qué estoy aquí? — exigió mirando a su alrededor.
—Porque te mordí — le respondió el vampiro sin dejar de mirarla y sonreír.
—¿Por qué me mord...—se detuvo ante la pregunta tan obvia— ¿Por qué estoy aún con vida?
Dan se puso serio. Era la misma pregunta que se había hecho desde que llevó a la joven a su guarida ¿Por qué mantenerla con vida?
—Ahora tengo una razón más — comenzó.
La mirada curiosa de la muchacha lo instó a continuar.
         —Después de que te mordí tu seguías viva...
         —Todos siguen vivos después de que los muerde un vampiro —ella miró a Dan como si estuviera dudando de que fuera un verdadero vampiro—, por lo menos hasta que los matas.
—Se supone que tú no deberías haber sobrevivido...—Dan se removió inquieto en la silla— se supone que te desangré hasta el punto que deberías haber muerto.
La clara declaración de intento de homicidio hizo retroceder aún más a la muchacha.
—Quiero decir... yo no quería matarte, pero estaba muy hambriento y tu estabas allí y cuando me di cuenta  de lo que había hecho, yo... pero tu seguías viva —mientras decía esto Dan se había levantado de la silla y ya estaba parado junto a la cama—. Debí haberte matado, pero no pude...
La amenazante cercanía del vampiro tenía a la muchacha al borde de la cama.
—Yo me di cuenta de que no podía matarte —  balbuceó.
De pronto la muchacha pareció comprender.
—Te diste cuenta de que si estaba viva era porque soy en cierta manera “diferente”, por la rapidez que tengo para recuperarme de una mordida —  dijo tratando de aparentar tranquilidad.
Dan asintió y volvió a sentarse en la silla. Esa era parte de la verdad.
—Lo mismo que Jacques... — dijo la joven para si.
Ahí estaba Jacques otra vez, esa era la razón por la cual ella no estaba muerta. Dan comenzó a entender porque ella estaba casi segura de que él volvería. Él contaba con la sangre de la muchacha, por otro lado que un mortal conozca la existencia de un vampiro es algo por lo que preocuparse y que no se olvida.
—¿Qué otra razón tienes? dijiste que “ahora tienes una razón más” — preguntó la muchacha acomodándose en la cama.
La pregunta interrumpió sus cavilaciones. Pensó un momento, era cierto, ahora tenía otra razón para mantenerla con vida y acaso más poderosa que cualquier otra.
—Tú conoces por lo menos a otro vampiro y sabes de la existencia del nido que estuvo aquí hace siete años.
La explicación hizo dudar a la joven
—Es cierto, pero creía que el tener ese conocimiento era razón suficiente para eliminarme — dijo con desconfianza
—Y lo es — respondió el vampiro con tranquilidad, sin embargo la joven podía ver que su rostro no expresaba lo mismo.
—Entonces, ¿Por qué no me has torcido el cuello? ¿Porque soy futuro alimento?
—No, porqué estoy buscando a ese nido y tú me podrías ayudar, además me interesa saber porqué “Jacques” te mantuvo con vida después de su partida.
La muchacha lo miró con cautela ¿Qué debía hacer? Finalmente decidió hablar con franqueza.
—Sinceramente no lo sé —Respondió la muchacha seriamente—: no sé nada sobre otros vampiros, ni Jacques me contó sobre ellos ni yo le pregunté. Además, y como tú ya dijiste, ellos se fueron hace siete años.
Se veía convincente, pero cabía la posibilidad de que fuera una buena actriz.
—Pero tú esperas que Jacques regrese alguna vez ¿no?
—Sí, lo espero —respondió con firmeza, pero una nota de tristeza la traicionó—, pero eso no significa que lo hará.
         Dan notó de inmediato la sinceridad en el tono de su voz. Ya no estaba tan seguro de que mintiera. Se levantó de la silla y se dirigió a la puerta de la habitación. Estando en el umbral volteó.
—Estuvimos hablando con mi compañero, sobre lo que haríamos contigo después de que despertaras —  le dijo con seriedad.
El corazón de la muchacha latió con violencia, su sentencia ya estaba firmada. No sabía que actitud adoptar por lo que continuó en silencio.
—Pero en vista de lo que me has contado, creó que tendremos que volver a pensarlo —  explicó con un una sonrisa de suficiencia.
El tono de la voz del vampiro no le gustó a la muchacha.
—Entonces creo que voy a tener que esperar a que terminen de debatir sobre mi “futuro” —dijo sarcásticamente la muchacha—. Si tienen algo de consideración podrían, por lo menos, decirme si van a  demorar mucho. Comprenderás que mi tiempo no es el mismo que el de ustedes.
Dan sonrió por lo bajo
—Lo comprendo, no demoraremos demasiado. Te avisaré cuando puedas bajar, aunque no creo conveniente que te levantes aún, debes descansar, tuviste mucha fiebre y hasta deliraste.
La muchacha se dio cuenta de se sentía ligeramente mareada y débil, además tenía la garganta seca. De verdad se había enfermado.
—¿Tú me cuidaste? —  preguntó la joven con extrañeza.
— Sí, con la ayuda de Leonard —respondió el vampiro—; creo que querrá subir a verte luego.
—¿Para qué?
Se notaba claramente la desconfianza en el tono de la muchacha.
—Para el desayuno — respondió con simplicidad Dan enseñando sus colmillos en una amplia sonrisa, luego salió de la habitación cerrando la puerta.
La joven palideció, no le tenía miedo a las mordeduras de vampiros, no a las de Jacques en realidad. Por más que trató de ocultar su preocupación, la imagen del vampiro abalanzándose sobre ella para desangrarla la ponía nerviosa.
Esperó que el vampiro volviera, pero no lo hizo, no se había dado cuanta de la sed que sentía, tenia la garganta reseca y áspera. Encontró en la mesa el jarrón con agua y un vaso, tomó el jarrón con ambas manos y se lo llevó a la boca, bebió y bebió hasta que no pudo más.
Descansó un momento, se levantó de la cama y se apoyó en la puerta tratando de oír algo, lo único que se podía sentir era el rumor de las ramas moviéndose con el viento. Volvió a la cama, entonces se dio cuenta que llevaba la misma ropa con la que había dejado el hospital. Suspiró con alivio, por lo menos sabía que no se habían aprovechado de su inconciencia.

II

Trató de recordar lo que había sucedido. Había salido de su casa temprano, fue al hospital y volvió del hospital. Hasta ahí todo iba normal.
Una visión cruzó su mente, había sentido a alguien siguiéndola, pasos y una súbita y fría brisa a su espalda. Trató de ordenar las imágenes que le venían a la cabeza ¿Qué hizo después de salir del hospital?
Había hecho el mismo largo recorrido a su casa, una costumbre que le había quedado desde su primer encuentro con Jacques, pero luego ¿Qué había sucedido? Volvió a ver la niebla cerrándose sobre las solitarias callejuelas, algo completamente normal en Londres. Pasos rápidos tras ella, alguien la seguía, se vio a ella misma apurando el paso, no era la primera vez que la seguían y sabía perfectamente como perder a los ladrones entre los callejones, sin embargo su atacante había sido más rápido: llegó a ella como una brisa helada y la inmovilizó por la espalda. Sabía de que se trataba: un vampiro. Podía sentir el glacial cuerpo pegado al suyo. Debía saber quien era, pero no podía moverse, luego una fría mano en su boca, ella en un inútil intento de liberarse, un tirón y el fresco aliento de su atacante en su cabello buscando de donde beber, otra mano aprisionándola por la cintura y los gélidos labios rozando su cuello, el cuerpo helado aún más pegado al suyo, los latidos acelerados de su corazón, los colmillos penetrando su piel, el dolor de la mordida, su sangre fluyendo de ella, una oleada de vertiginosas sensaciones recorriendo su cuerpo, el aturdidor abandono de las fuerzas y... todo volviéndose negro.
Era todo lo que podía recordar, por lo menos antes de desmayarse.
Había soñado con Jacques, el mismo sueño que tenía desde hace años: él la miraba desde un extremo de un callejón, ella corría en su dirección, un vampiro desconocido la seguía y Jacques le daba la espalda, huía de ella y luego el vampiro la atacaba, la mordía y entonces Jacques regresaba y ella se lanzaba a sus brazos, pero él se desprendía de ella y se iba. Era el mismo sueño, pero ahora había un cambio, antes nunca había visto el rostro del vampiro que la atacaba, pero ahora sí, la miraba con preocupación y un extraño desaliento en sus ojos azules, iguales a los del vampiro al cual había confundido con Jacques. No recordaba haber visto el rostro del vampiro antes de despertar ¿lo habría hecho cuando deliraba?
III

Abrió las cortinas, pero las ventanas estaban tapiadas, trató de quitar una de las tablas, pero aún se encontraba débil y por más que lo intentó no pudo moverla de su lugar. Miró a través una de las rendijas por las que se filtraban finos rayos de luz, el agujero era pequeño, pero pudo distinguir la entrada al caserón y algo del jardín. Nada útil que le pudiera indicar donde se encontraban ni que hora del día era. Se acurrucó en la esquina más próxima a la ventana mirando hacia la puerta con resignación.
Una y otra vez el rostro del vampiro cruzó por su mente ¿Iba realmente a morderla otra vez o se burlaba de ella? Poco de la conversación que habían tenido la hacía pensar que planeaba morderla, sintió una oleada de ira y vergüenza, el vampiro se había reído de ella en sus narices y no se había dado cuenta ¿Cuantas veces no lo había hecho Jacques también? De cualquier forma ya estaba acostumbrada a la ironía ¿Qué era su vida sino una eterna ironía? Empezando desde que tenía memoria. En su infancia su familia había viajado a Inglaterra en busca de un mejor pasar y sólo encontraron más pesares, más tarde cuando sus padres fallecieron sus cuatro hermanos fueron dispersados en distintos orfanatos.
Creyó dejaría todo atrás cuando los Elliot la adoptaron, le cambiaron el nombre por uno más “aceptable”, como si fuera un nuevo nacimiento para ella. Pero no, la vida le jugó una nueva pasada y la hizo protagonista de su propia versión de la cenicienta, aunque para la opinión pública ella era la distinguida señorita Eva Elliot, segunda heredera de la aristócrata familia, a pesar de pasarse todo el día de lacaya de su “hermana” mayor. Por eso se sintió más horrorizada del atisbo de alivio que experimentó cuando los encontraron asesinados, que del crimen en si. Otro vuelco del destino, ahora era la dueña y no la lacaya. La vida podría haber transcurrido apaciblemente después de la tragedia de los Elliot, como había sido llamada por los periódicos, pero no.
El funeral y el eterno desfile de condolientes la hicieron darse cuenta de que era la nueva “dueña” y de las obligaciones que esto conllevaba. Ya no tendría que servir a la familia, sino a la sociedad. Opuso una enérgica resistencia a cada una de las obligaciones que debía asumir como heredera o como desvalida sobreviviente: no tomaría un marido para que se hiciera cargo de ella, mucho menos ingresaría a un convento, no llevaría el riguroso luto por el resto de su vida, no dejaría su trabajo de enfermera en el hospital y mucho menos quitaría la administración de los bienes de los Elliot de las manos de el abogado de la familia.
Poco conocía al hombre, pero era uno de los pocos abogados a los que no le brillaban de codicia los ojos cuando hablaban de dinero, pero era intrépido en cuanto al manejo del dinero. Disfrutaba haciendo negocios y movimientos como si se tratara de un juego de ajedrez, no perdía oportunidad de cerrar un trato ventajoso, aún así no se permitía riesgos y ni la revolución lo había echó sobresaltarse demasiado, había estado administrando con cuidado los dineros de los Elliot, pero después de que ella le dieran el visto bueno en algunos tratos arriesgados se había vuelto adepto a la adrenalina que le provocaba el riesgo de una pequeña perdida, cosa que pocas veces sucedía,  tan bueno era su trabajo que a pesar de los innumerables donativos que Eva hacía al hospital la fortuna de los Elliot aumentaba día con día gracias al comercio con la india, lo que mantenía al apellido Elliot aún en alto, a pesar de que la familia se redujese a un solo miembro, y había hecho ganar numerosos clientes al abogado.
Terminó siendo llamada excéntrica, por no decir loca. Poco le interesaba que la gente especulara en sus reuniones sociales sobre que la había chalado, por ella que hablaran lo que quisieran, siempre y cuando no la invitaran con sonrisitas hipócritas a tomar el té en su nueva terraza. Pensó en algún momento que talvez estarían en lo cierto, después de todo estuvo en Waterloo, sólo que cuando la enviaron al frente de batalla en la tienda de heridos jamás pensó en el horror y el dolor que eso le causaría. Mutilación, muerte, sangre por todos lados la sumieron en una desesperación que hasta ese día la acechaba, un trauma que cargó incluso después de  su regreso a Londres, y no podía superar.
Se sentía por un lado libre de las torturas sociales y había aceptado el sobrenombre con gusto, prefería ser la loca de la ciudad que una hipócrita como los demás, pero también se sentía sola. No tenia a nadie a quien considerar verdaderamente una amiga, las pocas jóvenes que le dirigían la palabra antes de las muertes habían dejado de hacerlo después de que ella se rebelara en contra de las costumbres, no había sentido especial aprecio por ninguna de ellas y no lamentaba su indiferencia. Pero el hecho de que se encontraba completamente sola la hacía sentir abandonada por todo, ya ni la vida le parecía alentadora.
En el hospital casi todo el mundo la trataba con lejanía y una especie de lúgubre respeto, como si se tratara de algún ídolo de iglesia. Las únicas personas a las que abría su corazón eran las enfermas, muchas veces oía en silencio las historias de aquellas desdichadas, sus penas y esperanzas, aunque esperanzas no tenían muchas, las pestes y la pulmonía se llevaban a casi todas. Quién llegaba al hospital era casi seguro que llegaba al cementerio.
Se preguntó por su sección, cuantas mujeres habrían muerto durante la noche, habría nuevas enfermas y seguramente varias de ellas morirían antes de que ella pudiese siquiera conocerlas. Cuantas ironías, se había preparado para salvarles las vidas, había estudiado y ahora ni siquiera podría verlos morir. No es que le alegrara que murieran, la inmensa mayoría de ellas eran mujeres que habían trabajado toda su vida (la cual  no era muy larga) y ansiaban la muerte como un merecido descanso.
Este no era un siglo benevolente con los enfermos y discapacitados, los que no eran abandonados en las calles para que sobrevivieran comiendo basura, eran dejado en los hospitales. Mucho de ellos presos de terribles dolores que sólo la muerte aliviaba. Tantas ilusiones tenia de salvar personas y la única salvación que les podía ofrecer era la de una muerte con el menor dolor posible.
Y una y otra vez se aparecían las ironías en su vida.

IV

Había despejado, Eva se había dejado llevar por sus pensamientos mientras que los rayos de luz se filtraban entre las tablas que cubrían la ventana y se extendían a lo largo de la habitación. Extendió un brazo y sintió un rayo de luz entibiarle la palma de la mano, se incorporó lentamente  y se fue a parar justo frente a la ventana, la luz caía sobre ella como una lluvia dorada entibiando poco a poco su rostro y brazos. Tres suaves golpes en la puerta la sobresaltaron, sin pensarlo volvió a su rincón.
—Señorita Elliot, el desayuno esta listo —  se oyó al otro lado de la puerta.
—Eva se encogió de temor, la voz masculina no era la del vampiro que estaba en la habitación cuando se despertó, tendría que ser el segundo.
—¿Puedo pasar? —  preguntó Leonard
La muchacha continuó en silencio, por ningún motivo abriría la puerta si lo que quería era morderla ¿pero lo mantendría lejos de ella la puerta? Imposible.
—¿Qué desayuno? —  preguntó con cautela.
—El suyo — respondió el vampiro—  ¿De quién más podría ser?
Eva lo pensó un momento, olfateó el aire: olía a huevos. Hasta donde ella sabía los vampiros no cocinaban nada y si el vampiro hubiese querido ya estaría desangrarla, entonces ¿Habían cocinado para ella? Al parecer el vampiro estaba diciendo la verdad.
—Adelante —  dijo en un imperceptible murmullo.
Leonard abrió la puerta con el pie. Eva se sorprendió de que la hubiese escuchado cuando ella misma apenas se oyó. El vampiro era alto y fornido, la poca luz que había apenas dejaba ver que tenía el cabello rubio, ondulado y tomado en una coleta, tenía sus pálidas manos ocupadas cargando una bandeja cuyo contenido estaba oculto bajo una servilleta blanca. La muchacha suspiró aliviada cuando la vio.
—Veo que ha encontrado una forma perfecta de mantenerse segura de nosotros —  dijo el vampiro con suavidad desde el umbral de la puerta.
Eva miró a su alrededor desconcertada, luego se fijó en las cortinas descorridas y los rayos de sol que cruzaban la habitación. Parecían una  serie de finos y dorados barrotes de luz que separaban la habitación en dos espacios, el del rincón donde se encontraba ella y el que daba a la puerta donde se encontraba el vampiro.
Miró nuevamente al vampiro y la bandeja que llevaba. Este le sonrió amablemente. La expresión del vampiro era calida. No se sentía en peligro con él, a pesar de su cuerpo amenazadoramente grande. Se preguntó si sería más seguro para ella quedarse allí, pero de todas formas al llegar la noche no tendría barrera que los detuviese si “quisieran” hacerle daño.
Se levantó de un salto y corrió las cortinas dejando la habitación a oscuras entonces sintió el chasquido de un cerillo encendiéndose, volteó y vio una vela encendida sobre la mesa junto a la bandeja y al sonriente vampiro ofreciéndole la silla para que se sentara.
Aún no se acostumbraba a las penumbras y la falta de luz ya no la hacía sentir tan segura, dudó un segundo, talvez podía correr escaleras abajo y salir a la seguridad del día, suspiró con resignación, seria inútil, seguramente el vampiro la alcanzaría o el de abajo le cerraría el paso. Llegó a tropezones junto a la mesa y se sentó con rapidez en la silla que el vampiro le ofrecía.
—Gracias — dijo.
Leonard quitó la servilleta de la bandeja y Eva pudo ver que estaba cargada de pan, queso, un plato lleno con huevos revueltos y un gran jarro de leche que humeaba. Había tomado tanta agua que no sentía hambre. Miró el rostro ansioso del vampiro y no le pareció cortés rechazar ese pequeño banquete.
—Así que después de todo no se van a desayunar conmigo —  dijo Eva para si misma.
—Por supuesto que no ¿de donde sacó esa idea?
Él la miraba con extrañeza, Eva sintió la sangre le subía a la cabeza, el otro vampiro no había dicho eso, pero la había dejado pensar que si. Lo maldijo para sus adentros.
—Bueno, nadie —respondió—, pero no espere que no me asuste, después de todo ustedes son vampiros.
—Tiene razón, pero no tiene nada que temer. No me atrevería a dañarla.
—Ya lo creo — dijo Eva irónicamente recordando su conversación con Dan.
La muchacha miró la comida indecisa, los huevos estaban medios crudos y una enorme capa de nata se había formado en la leche.
El vampiro sonrió de nuevo.
—¿Algún problema con la comida? La preparé yo mismo.
La joven sonrió, pensó que talvez la comida no se veía muy apetitosa por la escasa luz, se dio el animo y tomo una cuchara y revolvió la leche para quitar la nata.
—Entonces señorita Elliot ¿quiere usted convertirse en vampiro? — preguntó Leonard de pronto.
Eva se alegró de no haber comenzado a comer, de lo contrario hubiese salpicado de comida al vampiro después de atorarse.
—¿Qué? —  inquirió pensando que talvez había oído mal.
—¿Qué si quiere convertirse en vampiro? —  repitió Leonard con naturalidad.
La muchacha sintió una enorme furia crecer dentro de ella.
—¿Qué tipo de disparate es ese? —Preguntó con indignación— ¡¿como se le puede ocurrir semejante cosa?!
Leonard se sobresaltó, la muchacha tenía los puños apretados sobre el regazo y lo miraba con una mezcla de indignación e ira.
—Creo que le debemos esa posibilidad —respondió el vampiro con sorpresa—, después de todo...
—¡Por supuesto que no! —Lo interrumpió la muchacha poniéndose de pie— ¡No me convertiré en vampiro!
Los ojos de Eva chispeaban de furia, hubiese preferido que “el otro” vampiro subiera a burlarse de ella que tener que soportar semejante tontería. Leonard también hubiese preferido dejarle la tarea a Dan, la mirada de la muchacha no dejaba lugar a dudas, para ella no existía la posibilidad de convertirse en vampiro.
—Está bien, pero no tiene que alterarse de esa manera —señaló con calma el vampiro—.  Discúlpeme.
No se había esperado esa reacción tan violenta, razón tenía Dan cuando le dijo que no se dejara llevar por las apariencias con la muchacha. Se veía en su rostro que era una persona de creencias bien definidas, pero en la apacibilidad de sus facciones jamás podría adivinarse que tuviera un carácter tan explosivo.
Eva seguía mirando al vampiro con furia, aunque esta se suavizó cuando Leonard le pidió disculpas. Fueran sinceras o no la habían tranquilizado. Sin duda la pregunta le había hecho recordar a Jacques y después de todo sentía que tenía derecho a alterarse, aquella petición le pareció una burla.
—No estoy enfadada, es sólo que no pensé que ofrecieran convertir en vampiro a cualquiera —  replicó la joven con más calma.
La observación hizo avergonzar al vampiro, era cierto que apenas la conocían, pero ella tampoco era cualquier persona. Hasta resultaba un tanto ilógico que aún quisiera seguir siendo humana cuando su vida se encontraba en peligro por el sólo hecho de conocer vampiros, sin tomar en cuenta que se encontraba en una casa con dos de ellos.
—Permítame explicar porqué se lo pregunté — pidió Leonard instándole con un gesto para que tomara asiento nuevamente.
—No hace falta —dijo rápidamente Eva—: es porque sé sobre ustedes, porque no me pueden matar y porque necesitan mi ayuda.
Había estado pensando sobre lo que había conversado con el primer vampiro, estaba segura de que tenía razón. Ella sabía quienes eran ellos, pero no la podían matar por que ellos necesitaban su ayuda para localizar el nido de Jacques. Talvez el otro vampiro no le había creído que ella no supiese sobre los vampiros y ahora le convenía si quería seguir viva.
Leonard quedó sorprendido ante la agudeza de la joven.
—¿Y porque no quiere convertirse si ya conoce nuestras razones?
—Porque también tengo las mías— respondió sentándose en la silla.
Leonard se sentó en el borde de la cama.
—¿Son privadas esas razones? —  preguntó con cuidado.
—No, no lo son —respondió Eva más relajada—, pero tienen que ver con Jacques.
El vampiro la observaba con notoria curiosidad.
—¿Quiere que la transforme “él”?
Eva se sonrojó ¿Guardaba esa secreta esperanza? No, sólo había recordado cuando Jacques le hizo la misma oferta años atrás después de desangrarla, cuando ella le respondió sus razones él se había largado a reír. No esperaba que la propuesta fuera en serio, pero su respuesta si la había sido:
“—No quiero que sigas asesinando, si puedo evitar que bebas de alguien más, lo voy a hacer” —  le había dicho.
Pero no era sólo eso, también había recordado al vampiro lanzarse sobre ella después de que dejara de reírse y el creciente placer que la envolvió cuando sintió la boca del vampiro buscando su cuello.
“—Si quieres que te desangre cada noche hasta que finalmente mueras lo voy a hacer, pero después seguiré alimentándome de quien quiera y no podrás evitarlo” — le respondió y luego la mordió.
Miró al vampiro sentado en la cama
—No, no quiero convertirme en vampiro y es porque quiero seguir siendo humana para él —respondió aún sonrojada—: Jacques dejaba de asesinar cuando bebía de mí.
Leonard se levantó lentamente y caminó hacia la puerta.
—Ya veo —  murmuró.
Entones era cierto que la muchacha conocía a otro vampiro, por un lado estaba sorprendido, pero por el otro asustado ¿Qué tipo de vampiro deja vivo un testigo? Leonard había dudado de lo que Dan le había contado y de los temores que tenía, pero ahora no le quedaba ninguna duda.
—Entonces ¿comprende porque no quiero convertirme en vampiro?
—Por supuesto —reconoció Leonard— ¿A quien le quedaría alguna después de esa rotunda negativa?
—Lamento haberme alterando — respondió avergonzada Eva.
         —Está bien, pero creo que no va a disfrutar su desayuno si yo estoy dando vueltas por aquí —le dijo con una sonrisa—.  Nos vemos más tarde.
Eva se levantó para protestar, pero el vampiro ya había dejado la habitación. Se quedó nuevamente sola. La leche se había enfriado y definitivamente los huevos no se veían apetitosos. Dejó la bandeja en la mesa y volvió a la ventana para abrir las cortinas, no podría ver mucho, pero la habitación se iluminaría un poco más. Seguramente en el primer piso habría más velas o lámparas, pero no se atrevía a bajar.
Se sintió mareada de pronto, le latían las sienes y comenzaba a dolerle la cabeza. El alterarse no le había hecho bien, se recostó en la cama y cerró lo ojos esperando que se le pasara.


V

Leonard había bajado a prisa, Dan había escuchado toda la conversación desde el sillón en el que se encontraba y no pudo evitar sonreír al ver el rostro de su compañero.
—Te dije que no es tan dulce como se ve —  le dijo poniéndose de pie.
—Ahora te creo por completo, tiene carácter —respondió dejándose caer en otro sillón—  y mucho.
—Dan comenzó a pasearse por la habitación.
—¿Qué haremos? —preguntó preocupado Leonard— sabe perfectamente que la necesitamos.
—Y sabe que no la lastimaremos —respondió el vampiro deteniéndose frente a Leonard—,  creo que podemos confiar en ella.
—¿Debemos dejar que se vaya? —Preguntó incrédulo— Nos descubrirá.
—Si no delató al tal Jacques tampoco lo hará con nosotros.
—¿Cómo lo sabes?
—Ella esta enamorada de él, haría lo que fuera para volver a verlo. He estado pensando que talvez ella lo conoció en algún lugar cerca de donde nosotros espiábamos a los comerciantes, ¿Recuerdas lo que averiguaste? ¿Lo de que caminaba de vuelta del hospital?
—Leonard asintió, era cierto que la muchacha paseaba por esos lugares peligrosos siendo que no tenía necesidad de caminar. Tenía dinero suficiente para hacer que un carruaje la fuera a buscar.
—Seguramente recorre los lugares en los que estuvo con “él” —dijo Dan—;  no es tan mal método de búsqueda, si el vampiro vuelve sabrá como ubicarla.
—¿Pero como sabes que no nos delatará? —  insistió Leonard.
—Después de siete años nadie tiene tanta paciencia para seguir esperando, debe estar agotándosele —respondió—, creo que si no nos hubiésemos topado, seguramente, habría sido cuestión de tiempo para que partiera a recorrer ciudades buscándolo a ciegas. Ella también nos necesita para encontrar a Jacques.
—Nosotros tampoco hemos tenido mucho éxito buscando el nido, ¿por qué confiaría en nosotros?
—Porque hemos llegado hasta aquí siguiendo el nido —dijo Dan—, no seas tan modesto, hace sólo un año que decidimos unirnos a un nido y ya hemos descubierto el nombre de otro vampiro.
Leonard tenia que aceptar que Dan no estaba equivocado, mientras permaneció con su maestro no habían encontrado ningún rastro de otros vampiros, mientras que con el ingenio y la astucia de Dan habían logrado seguir el rastro hasta Londres.
—Será mejor que le comuniquemos la noticia —dijo el vampiro—: tenemos que ganarnos su confianza.
Leonard volvió a asentir.
—Pero lo harás tú, no creo ser capaz de soportar que se altere otra vez — dijo mientras acomodaba en el sillón.
—No creí que tuvieras tan poca paciencia con las mujeres — le reprochó Dan divertido.
—No es un asunto de paciencia —respondió Leonard sonriendo— ¿no has visto como le sube la sangre al rostro cuando se altera? No creo soportar otro arrebato de su carácter sin lanzarme sobre ella.
Dan sonrió. Decidió darle unos minutos a la muchacha para que se tranquilizara del todo antes de subir a verla.
Se quedó en el sillón pensando en como tendrían que actuar de ahora en adelante. Si tenían suerte dentro de un par de meses encontrarían a Jacques y su nido. Este pensamiento lo puso de buen humor, no faltaba mucho para encontrar las respuestas que buscaban.

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