Un Conte plus sur les Vampires

 

I


Las luces de Paris eran brillantes que se podía pensar que se estaba caminando de día. Aún así prefería rondar los callejones oscuros. Para ser alguien nacido y criado en la ciudad de la luces, la luz no era de su agrado. Nunca lo había sido y mucho menos ahora que debía mantenerse en la clandestinidad. La neblina comenzó a bajar, pero él continuó caminando oculto de la vista de los transeúntes por una gruesa capa: raída y vieja, pero lo bastante grande como para ocultar su alta y desgarbada figura. Los años le habían enseñado a ser cuidadoso y desde que emprendiera su búsqueda debía serlo aún más. En un país que debiera serle familiar, todos eran sospechosos. Era una lastima que la capa sólo lo protegiera de la luminosidad de las calles parisinas y no del interminable cotorreo que tanto lo fastidiaba, porque podía ignorar los murmullos más lejanos con sólo desearlo, pero era casi imposible hacerlo con las conversaciones más cercanas y por cercanas era referirse a alrededor de los mil metros más próximos a él.
Abundaban siempre las historias de amores y de dinero. Todo el mundo hablaba de lo mismo, dinero y más dinero. Se sentían desdichados de no poseerlo o satisfechos de si mismos por tener mucho. Y el amor, ese sentimiento tan codiciado y sin embargo tan esquivo, los humanos jamás podrían conocer el verdadero amor si en sus cabezas reinaba la idea de que hasta el dinero podía comprarlo. Ambos eran caminos a la felicidad. La única verdad de los tiempos románticos, la utopía del renacimiento. No. La felicidad no existía. El verdadero amor, libre de egoísmos, nadie llegaría a conocerlo jamás. Personalmente no le importaba acumular riquezas ni buscar el amor. Sólo una cosa podría traerle conformidad, se permitiría disfrutar de un solo sentimiento: la venganza. Cuando pudiera acabar con todos los conspiradores del la muerte de su maestro podría permitirse otra cosa.
Se retiró a un callejón tratando de evadir la agobiante marea de voces humanas. En medio de una algarabía de ronroneos franceses un flemático acento extranjero atrajo su atención.
—No me ha llegado ningún telegrama aún.
—Talvez se les olvidó —  respondió el interlocutor.
—No se les puede olvidar algo tan importante.
Otra de las mismas conversaciones. En el idioma que fueran todas eran lo mismo. Los franceses, los ingleses todos hablaban el idioma universal de los negocios.
—Estoy preocupado por ella, no por la fortuna de la familia.
Eso era algo nuevo, desinterés por una gran fortuna. Por lo menos aquel tipo no estaba pensando en si mismo. Miró hacía donde venían las voces. Eran dos hombres que caminaban enfundados en costosos abrigos.
—Pero si ella muere tú te quedas con toda la fortuna de los Elliot.
El apellido retumbó en su mente. ¿Elliot? ¿No era acaso ese su apellido? Debía ser una coincidencia, aún así continuó atento a la conversación.
—Ella desapareció, no ha muerto.
—Eso no lo sabes. Me dijiste que le suele pasearse por calles peligrosas a altas horas de la noche ¿no? Es lo más lógico.
—Ella sabe defenderse, ha trabajado en el mismo hospital desde hace años y nunca le ha pasado nada. Lo que no creo es la historia de aquel tipo, se apareció de pronto en mi despacho como un fantasma, luego me aseguró que ella estaba bien y de que regresaría.
—¿Le creíste?
—Quiero creerle, pero no me han enviado ningún telegrama y estoy temiendo lo peor.
Lo hombres doblaron por una esquina y entraron a una taberna, también lo hizo él, eran demasiadas las coincidencias, pero tenía que asegurarse antes de hacer cualquier cosa. En el interior del local apestaba a alcohol, a sudor y a humano. En un rincón un tipo dormía la borrachera, se acercó a la mesa y se sentó a su lado. En la barra el inglés pedía algo para beber, su compañero trataba de cambiar el tema, pero él estaba demasiado preocupado en criticarse a si mismo como para tomarlo en cuenta.
—No debí venir, debí denunciar a ese tipo en ese mismo instante.
—Tranquilízate Hocking, ella va a esta bien ¿Cómo es que se llamaba? ¿Aída? ¿Elda?
—Eva, se llama Eva Elliot.
Jacques casi se cae de la silla cuando escuchó el nombre. Podía haberse pasado toda la noche esperando confirmar si se trataba de ella, pero se lo habían hecho realmente fácil, “talvez demasiado”, pensó. Le tomó un momento recuperarse del shock. Miró con desconfianza a su alrededor, vio sólo pestilentes y enamoradizos borrachos franceses. No parecía haber algún vampiro, pero bien podría haber un espía humano. Esta podría ser perfectamente una trampa, además conocía al inglés: era el abogado de Eva. Podría estar implicado.
Creía que ya no volvería a oír de ella, pero hasta aquí habían llegado noticias suyas. No podía ser simple coincidencia, sin embargo era prácticamente imposible que el abogado o alguien más se enterasen de que él se encontraba en Francia.
—¿Crees que pueda tratarse de un secuestro?
—No, el tipo ya habría pedido dinero.
—¿Pero no te dijo donde se encontraba?
—No. Se lo pregunté, pero se esfumó antes de responder. Lo hizo tan rápidamente como apareció.
Se preguntó si la desaparición de Eva estaba relacionada con un nido. No había oído de ninguna en años y eso era normal. Si alguna estaba relacionada, podría tratarse de la de Damian como podría tratarse de cualquier otra. Había muchas alternativas: como podría tratarse de una trampa para él o una para llevarle a algún lugar, podía ser también un secuestro real, sin embargo no podía quedarse con la duda, tendría que vigilar al hombre.
Se alimentó del borracho que estaba a su lado, la sangre apestaba a alcohol, pero no le importó. Dejó el cuerpo en la misma posición en la que estaba cuando llegó y se quedó escuchando la conversación en la espera de que el abogado revelara algún dato que indicara si habían vampiros involucrados. No había pasado más de media hora cuando el hombre se levantó dispuesto a retirarse. No tenía buen aspecto, estaba pálido y la ansiedad se reflejaba en su rostro. Su amigo lo despidió con un gesto de cabeza y lo dejo marchar, sin preocuparse de que las calles Parisinas podían ser peligrosas a esa hora. El hombre se envolvió en su abrigo y salio al frío de la avenida. Al mismo tiempo Jacques se levantó dispuesto a conseguir como fuera más información sobre la desaparición de Eva.


II

Se tendió en la cama completamente agotada, no sólo por su debilidad física, sino también por la cantidad de información que se obligaba a asimilar. La había atacado un vampiro, otra vez.  Había estado desaparecida otra vez.  Suspiró desconcertada por la manera en que todo había ocurrido y por la extraña coincidencia de ser específicamente ella a quien atacarán. ¿Existiría en todo Londres alguien más a quien le hubiese pasado lo mismo? Imposible, los testigos eran siempre eliminados o por lo menos eso pregonaban los vampiros que conocía...
Los vampiros que conocía...
¿Habría algún humano que conociera a más de un vampiro? ¿Habría algún humano que conociera siquiera un sólo vampiro? Eva sacudió la cabeza tratando de entender que habría de diferente en ella para salir viva de las dos experiencias. De pronto recordó la manera en que se recuperaba de las mordidas. Eso ya lo sabía, en realidad nunca quedaba del todo bien cuando la mordían, parecía ser una fuente casi inagotable de sangre. Mientras las personas normales demorarían semanas en recuperarse, a ella le tomaba lo mismo que si hubiese corrido a toda velocidad una hora completa sin detenerse, era agotador, pero no mortal. Sin embargo, tendría que haber algo más, eso no explicaba porque la dejaban vivir. Sabía que Dan se sentía demasiado horrorizado por atacarla de una manera tan descuidada: él no se permitía errores de cálculo y eso había sido ella. Por esa razón no la había abandonado para que muriera en la calle. Entendía también que Leonard haría lo que Dan quisiera ya respetaba cada decisión de su compañero como Dan respetaba y valoraba las de él. Y Jacques... Jacques la había dejado vivir en un principio por curiosidad… pero luego...  al marcharse. Realmente no tenía idea porque la había dejado vivir.
Ya habían pasado siete años desde que Jacques se marchara y aún lo extrañaba.  Trató de recordar su rostro, logró enfocar sus acentuados pómulos, sus ojos verdes, sus bien definidas cejas. Pero aún así no lograba recrear la imagen del vampiro por completo y eso la molestaba. ¿Acaso se estaba olvidando de él? Intentó otra vez con el mismo efecto. Suspiro resignada, era imposible que después de tantos años aún pudiera conservar la imagen de Jacques en su memoria. Talvez con un poco más de tiempo hasta dejaría de amarle... talvez eso era lo que estaba experimentando, el inminente olvido de la mano sanadora del tiempo ¿Sería que ya podría decir que Jacques era tiempo pasado? La idea la desconcertó, ¿Cómo podía alguien darse cuenta de que se estaba desenamorando? No podía saberlo, sólo se había enamorado una vez, no tenía más experiencia en ello, por otro lado, las únicas personas a las que podría preguntarle sobre el tema estaban durmiendo.
De pronto un pálido y anguloso rostro apareció en su mente, un par de ojos azules la miraron haciendo que se sobresaltara. La imagen era demasiado vivida, se levantó y miró a su alrededor para asegurarse de que realmente el vampiro no estaba allí. ¿Qué había sido eso? ¿Por qué se había acordado de Dan? Reflexionó un momento. El vampiro era inteligente, sin duda ¿podría el entender lo que le pasaba? Podía preguntarle a él o a Leonard, si sólo estuvieran cerca. No tenía ninguna forma de comunicarse con ellos. Por otro lado, tampoco sabía si alguno de ellos se había enamorado alguna vez.
Suspiró de nuevo. La cabeza había comenzado a darle vueltas. Habían pasado tantas cosas ese día que realmente necesitaba dormir. Se recostó sobre su cama esperando que el sueño llegara, mientras seguía pensando en los vampiros... ¿se habrían enamorado alguna vez? Sabía que podían hacerlo, Jacques algo le había mencionado sobre una pareja de vampiros en su nido. Su mente vagó entre los recuerdos de Jacques y la conversación con Leonard y Dan.
A pesar de su determinación por dormirse Eva siguió meditando y sólo después de una hora y media logró conciliar el sueño.
Aquella noche tuvo el mismo sueño de siempre, veía a Jacques abandonándola y al otro vampiro atacándola. Esta vez también había visto a Dan. Él era quien la atacaba. Abrió lentamente los ojos, agitada y respirando con dificultad, cada vez que tenía suficiente tiempo para dormir tenía la pesadilla. Estaba tan acostumbrada que solía despertarse llorando silenciosamente por Jacques y luego volvía a dormirse entre lágrimas, pero ahora la pesadilla la había tomado por sorpresa y se sentía tan abandonada como la primera vez que la había tenido.
Se encogió entre los cobertores. Tibias lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, otra vez volvía a llorar por Jacques. Los recuerdos, la soledad y la tristeza se arremolinaban en su pecho haciéndola sentir miserable. ¿Por qué no volvía ya? ¿Por qué la había abandonado?
La pregunta sobre si estaría olvidando a Jacques flotó hacía ella. Ahora tenía una respuesta, podría estar olvidándose del rostro del vampiro, pero seguiría amándolo con tanta intensidad como siempre.  


III

Paris se había cubierto por una fina niebla. Se podía caminar, pero le parecía que más que cuidarse de caer en algún agujero, de lo que tenía que preocuparse era de no ser asaltado. A pesar de que se conservaba bien para sus cincuenta y seis años sabía que ya no era tan joven y que cualquier rufián con suficiente hambre y osadía podría derribarlo sin mucha dificultad. Cuando caminaba por las calles llenas gente a todas horas no parecía transcurrir el tiempo, pero él estaba muy conciente de que pasaría aún un par de horas antes de que las oficinas de telegramas abrieran. Antes de salir del hotel preguntó insistentemente si había llegado algún telegrama para él, pero nada. Ahora solo quedaba esperar y seguir esperando.
Se hundió en su abrigo, tratando de evitar lo más posible la perdida de calor. La noche estaba fría y ni la marcha apurada, ni los whiskies que se había tomado en el bar evitaban que el frío se le calara hasta los huesos. Aumentó la marcha, el hotel sólo le quedaba a dos calles más.

IV

No había sido fácil tomar por sorpresa al abogado. En un principio había pensado seguirlo hasta su hotel y allí espiarlo hasta obtener información, pero en cuanto el tipo se percató de que alguien le seguía dobló en una esquina y esperó para emboscar a su asaltante. Se notaba que era un hombre precavido, seguramente el bastón que llevaba le servía más como arma que como apoyo. No podía simplemente atacarlo en una esquina, no tendría sentido si no sabía más de lo que había comentado con su amigo en la taberna. Jacques siguió de largo esperando que el hombre bajara la guardia y se fuera a su hotel. Había ya pasado una calle y escuchó los singulares pasos y el bastoneo del abogado, pero no alejándose sino en su misma dirección. Siguiéndole.
              Ridicule!—  exclamó el vampiro.
Continuó caminando con la esperanza de que se diera por vencido, pero el hombre era tenaz y no lo dejaría ir tan fácilmente. No le quedó otra opción que entrar en un callejón esperando que el tipo fuera lo suficientemente sensato como para evitar un enfrentamiento. Esperó entonces. Los pasos se acercaban y se detuvieron. El abogado había detenido justo frente al callejón. Parecía estar evaluando las posibilidades que tendría de ganar, dio un par de pasos internándose en el callejón, pero luego giró, al parecer, reconsiderando la idea y se marchó.
Faire le brave — se burló Jacques aunque aliviado.
Había sido demasiado “humano” para seguirlo y el abogado lo había descubierto. No se preocupo alcanzarlo; ya sabía donde se hospedaba. Era fácil deducirlo: No había tomado un carruaje al salir de la taberna, lo que indicaba que no tenía intenciones de ir muy lejos. Además había tomado una calle que lo llevaba a una avenida, pero al descubrir que lo seguían había cambiado de dirección bruscamente andando casi en dirección contraria. Eso revelaba que su hotel se encontraba por la calle principal. Había pocos hoteles en el sector y sólo uno en el que el abogado de una familia tan reconocida podría alojarse. Así que se dirigió hacía allá.
El recepcionista lo miraba con expresión de desconfianza y fascinación. No era de extrañarse ya que Jacques había ingresado al hotel cubierto de pies a cabeza con una capa, era una figura marrón en medio del colorido vestíbulo y sólo al acercarse al mesón del recibidor había descubierto su rostro. El recepcionista se había imaginado que se cubría producto de una enfermedad o una deformidad. Mais ¡Mon Dieu! la belleza de sus rasgos eran para lucirlos orgullosos. Por otro lado vestía de forma común, pero ni su rostro ni sus modales indicaban que fuera un simple mensajero como decía ser. Su figura entera lo hechizaba, pero lo insólito de su petición hacía que despertaran sus suspicacias.
Excuse moi, Mais Monsieur Hocking pidió que nadie lo molestara, ya se ha ido a dormir —  dijo el recepcionista tratando de disimular su turbación.
Toutefois, Monsieur espera le Télégramme que le he traído — respondió Jacques suavemente dejando que su tono grave de voz aumentara la turbación del hombre al otro lado del mesón.
—Puede dejarlo en recepción Monsieur —dijo casi en un suspiro el recepcionista, revelando que la lisura de la voz de Jacques había tenido el efecto deseado, carraspeó sorprendido y luego agregó con una sonrisa—: tôt, demain se lo entregaremos a primera hora.
Nenni, debe ser entregado en sus manos — replicó empleando un tono más convincente.
C’est dommage, Monsieur —respondió el recepcionista resistiendo sólo por voluntad a la seducción de la voz del vampiro—: no puedo hacer nada al respecto.
Trè bien —se resigno Jacques regalándole una tentadora sonrisa—, mais tendré que dejarle un message para que lo pase a recoger mañana a primera hora ¿me podría facilitar pluma y papel, si vu plais?
Attendre... un seconde — jadeó el recepcionista sonrojado visiblemente afectado por la sonrisa mientras iba solícitamente a buscar un talonario y una pluma de una gaveta a sus espaldas para entregárselas.
Merci — susurró Jacques mirándolo directamente a los ojos mientras tomaba la pluma y garabateaba algo en una hoja
Il n’y a pas de quoi — jadeó el recepcionista corriendo la vista sin poder soportar la intensidad de la mirada del vampiro.
—Se lo entrega a primera hora, c’est urgent — dijo dedicándole una última y fogosa mirada—. Adieu.
Au revoir, Monsieur — suspiró el recepcionista sin quitarle la mirada de encima a Jacques mientras salía del hotel.
No había sido difícil ver el número de cuarto del señor Hocking al voltearse el recepcionista y menos lo sería entrar a la habitación sin ser visto, pero el problema era lograr alguna información antes del amanecer. No podía arriesgarse a quedar atrapado en la habitación y mucho menos a que lo descubrieran allí. Confió en que el abogado estuviera tan ansioso de noticias que fuera a la dirección que le había dejado en recepción. No tenía opción, tendría que descubrirse ante él. Pero antes tenía que ir por el telegrama que el abogado esperaba.


V

—¿A quien en su sano juicio se le ocurre caminar a esas horas? —le regañó la señora Wood en cuanto entró a la habitación— le he pedido una y mil veces que se cuide y usted no quiere entender, señorita.
—Sí sé, Polly —respondió Eva sentada en su cama—: me lo has dicho las mil veces que mencionas, pero por favor entiende: Me gusta hacerlo.
—No lo entiendo, claro que no lo entiendo —se quejó la mujer mientras tironeaba las sabanas haciendo que Eva se levantara—;  tiene dinero de sobra para usar un coche distinto cada semana ¡y sin embargo se empeña en caminar!
—No es por tacaña, es porque me gusta hacer el recorrido a pie —dijo la muchacha mientras ayudaba a la ama de llaves a hacer la cama—,  lo que pasó fue sólo un contratiempo, no fue un rapto ni nada por el estilo.
—Casi nos morimos del susto pensando que le había pasado algo — le reprochó la señora Wood dejando de lado los cojines y llevándose las manos a la cara para cubrir los gruesos lagrimones que se asomaban a sus ojos.
—La gente me conoce, no me harían daño —la tranquilizó la joven acercándose a ella y abrazándola—, Además se defenderme muy bien de los ladrones.
—Pero ¿y si la hubiesen encontrado un par de rufianes en vez de los caballeros que la cuidaron? —Replicó la mujer—  lo que habrían hecho con usted no me lo quiero ni imaginar.
—Todo esta bien Polly, nadie me hizo nada — trató de tranquilizarla nuevamente.
—Esta vez, pero la vez anterior volvió irreconocible y aún no quiere contar a nadie lo que sucedió —  le respondió la mujer limpiándose las lagrimas y volviendo a su labor en la cama.
—No sucedió nada. Cuando me asaltaron me asusté, me perdí y fui a parar a ese granero. Eso es todo — dijo Eva separándose de la mujer y recogiendo un cojín.
—A los demás podrá hacerles creer lo que quiera, pero a mi no me engaña señorita. Aunque lo que me duele es que a pesar de todo este tiempo aún no quiera confiarme lo que sucedió realmente ese día.
Ambas se quedaron mirando un instante. Luego Eva volteó apretujando el cojín que tenía entre sus manos. Se sentía enormemente culpable. El ama de llaves salió de la habitación dando un portazo, evidentemente enfadada. Eva sabía que no era justo que le ocultara cosas. La señora Wood había sido su ama desde pequeña, la habían despedido antes de su fiesta de presentación y no había estado en la casa el día de la masacre de la familia, pero había vuelto sin ser llamada en cuanto se enteró de lo que había pasado. Eva siempre le había agradecido que cuidara de ella, a veces con un celo exagerado, pero a pesar de todo el amor que sentía por ella no podía confiarle algo así. No podía confiarle su relación con los vampiros.
—Lo siento Polly, pero no te puedo contar que ese día conocí a Jacques —  susurró dejando el cojín sobre la cama.


VI

Detuvo en el aire el bastón con el que el abogado pretendía atacarle, con un tirón se lo quitó y lo lanzó a un par de metros de allí, esperaba que el hombre tratara de huir, pero en vez de eso se puso de pie de un salto haciéndole frente y no esperó para dar el primer golpe. A Jacques no le quedó más opción que esquivarlo y propinarle un calculado golpe que lo aturdiera, pero que no lo dejara inconciente. Sin embargo al hombre le fallaron las piernas evitándolo milagrosamente. En cuanto se vio en el piso, gateó alejándose. Jacques lo tomó de una pierna y lo arrastró al interior del almacén en el que lo había citado en la nota que había dejado en el hotel.
No se imaginaba que lo vería a esa hora. Había elegido ese lugar porque tenía su refugió para esconderse durante el día cerca de allí y estaba cerciorándose de que fuera accesible cuando el abogado había aparecido sorpresivamente. Y aunque era temprano y el sol no representaba una amenaza le pareció más prudente esconderlo dentro para evitar que fuera visto por cualquiera que pudiese pasar por las cercanías.
El abogado luchaba insistentemente por liberarse, pero el vampiro lo superaba en fuerza y agilidad, en cuanto lograba zafarse, el vampiro ya lo tenía asido de otro miembro, pero aún así no se daba por vencido. Finalmente a Jacques le pareció que lo más seguro era inmovilizarlo, lo elevó con un solo brazo y lo lanzó con calculada fuerza; el abogado se golpeó violentamente contra uno de los muros cayendo luego al suelo, se retorció ahí un par de segundos y luego quedo exhausto boca arriba.
—¿Que quiere? ¿Dinero? —Preguntó sofocado—  tengo mucho, pero primero tendrá que dejarme ir para que pueda dárselo.
—No es dinero lo que busco — respondió tranquilamente el vampiro mientras se acercaba.
—Entonces no se que quiere conmigo, dinero es lo único que tengo — dijo desafiante entre jadeos tratando de incorporarse y dándose por vencido.
El vampiro llegó junto al abogado y se puso de cuclillas
—Necesito algo de información.
—A no ser de que quiera hablar de asuntos legales no se en que podría ayudarlo —  dijo con el mismo tono desafiante mirándolo fijamente a los ojos.
Jacques sonrió.
—Veo de donde ha aprendido la Eva a tratar con las personas
—El rostro del abogado se mantuvo impasible. No dejaba ver la más mínima emoción. Al ver que no reaccionaba Jacques continuó.
—He recogido el telegrama que esperaba desde Londres, trae una noticia muy interesante.
—Debe serlo, estoy haciendo negocios en Paris y lo que me indiquen mis empleadores debe interesarme mucho aunque no se en que podría interesarle a usted lo que ellos tengan que comunicarme — respondió el hombre con la misma imperturbabilidad.
—Es cierto. Lo que sus empleadores tengan que comunicarle no me interesa en lo más mínimo, sin embargo todo lo que refiere Eva me interesa y mucho.
—¿Son... noticias de Eva? —  balbuceó el abogado.
Jacques arqueó una ceja en la oscuridad.
—Veo que le interesa bastante —  se burló.
—Claro que me interesa ¡ella es como una hija para mi! ¿Pero por qué le interesa a usted? ¿Qué quiere con ella?
El vampiro le sonrió en forma sardónica.
         —Podríamos decir... que ella es como una novia para mí —susurró—. Ahora cooperara y responderá un par de preguntas.


VII

El hombre que se paseaba frente a él no era ningún oportunista aficionado. Sabía lo que quería y el hecho de que conociera a Eva le hacía temer. El recepcionista del hotel le había dicho con una soñadora sonrisa que un extraño le había dejado una nota cinco minutos después de que él llegara. Todo era demasiado sospechoso y el que mencionara el telegrama que esperaba lo puso en guardia.
Fue a la dirección que le había dejado anotada siendo aún de noche; esperaba poder emboscar a tipo y darle una buena lección a punto de bastonazos. Sabía de sobra que un golpe bien dado era infalible. No le importaba tener que esperar todo el día hasta la hora que el hombre había fijado. Él tenía su telegrama y no le perdonaría haberlo robado, pero después de ese despliegue de agilidad y fuerza se daba cuenta de que lo que significaba tener casi sesenta años; podría tener experiencia en peleas (aunque no era su fuerte), pero la evidente juventud del desconocido le recordaba que sus mejores años ya habían pasado y que mejor le valía estarse quieto y cooperar.
—No quiero lastimarlo monsieur Hocking, así que si me cuenta exactamente lo que sucedió lo dejaré libre —  expuso el extraño con un marcado acento francés.

—Ya le he dicho que la señorita Elliot cayó enferma y que espero un telegrama que me informe su estado de salud —  respondió el abogado irritado.
Al responder, confiaba en que el telegrama sólo revelara información simple sobre lo que sucedía con Eva, pero, por la insistencia del sujeto, parecía que el telegrama revelaba algo más. Talvez el tipo estuviera involucrado en su secuestro, aunque parecía algo rebuscado tener a alguien vigilando al abogado en Paris, sobre todo porque no le habían informado de un rescate. Quizás el telegrama tenía esa información y el tipo de alguna forma necesitaba confirmar que la señorita había sido secuestrada ¿pero por qué esperar hasta que estuviera en Francia para pedir el rescate? Lo invertido en Paris era mínimo comparado con lo que tenían en Londres o Ámsterdam. Todo era demasiado extraño.
—¿Dígame por qué le interesa el estado de salud de la Señorita Elliot?—   preguntó el abogado
—Las preguntas las hago yo —susurró el desconocido—, y no sólo me interesa su estado de salud, quiero saber que ha sucedido con ella y si usted quiere salir de aquí, me contará con detalles todo lo que ha ocurrido desde antes de su desaparición.
El abogado se quedó petrificado, el desconocido sabía que ella estaba desaparecida y parecía de alguna forma conectado con todo eso. Además hablaba con familiaridad sobre la joven, por otro lado estaba ese extraño comentario que había hecho: “podríamos decir que ella es como una novia para mi” ¿podría ser que ese sujeto realmente conociera a Eva?
         —¿Qué tipo de relación tiene con la señorita Elliot? —Preguntó el señor Hocking— ¿Por qué le interesa saber lo que pasa con ella?
El tipo se levantó y se dirigió a la puerta del almacén donde estaban ocultos. Parecía haber reaccionado a algún ruido, aunque el abogado no había escuchado nada, salvo el ladrido lejano de un perro. Todo estaba tan oscuro que apenas podía distinguir la silueta del sujeto caminando hacía la larga rendija que era la puerta. Un tenue halo de luz se comenzaba a introducir a través de ella. Pronto amanecería.
—Conozco más de lo que cree a Eva Elliot —respondió él desde la puerta—,  también se lo que le sucedió a su familia y que ella podría estar en peligro.
—Eso todo Londres lo sabe —respondió el abogado con desden—; eso no demuestra que conozca a la señorita Elliot.
—No me entiende monsieur —replicó el desconocido—: c’est moi con quien ella estuvo la primera vez que desapareció hace siete años. Y es probable que ella estuviese con alguien igual de peligroso que yo durante esta nueva desaparición.
El abogado sintió el sonido del revoloteó de la capa del tipo al girar, con esa oscuridad no podría asegurarlo, pero le parecía sentir la mirada del sujeto sobre él. No imaginaba como podría haber llegado a conocerse esas dos personas tan distintas, Eva, su Eva no se relacionaría con un tipo tan peligroso.
—Gente como yo asesinó a su familia y ellos podrían estar tras ella ahora mismo — dijo desconocido.
No sabía si había sido su imaginación, pero a través de la oscuridad vio el peligroso brillo de unos ojos carbúnculo. No, no podían pertenecer a ese tipo, nadie, a no ser un animal, tendría los ojos de ese color. 
—¿Cómo... como sabe eso? — balbuceó el abogado algo perturbado por el extraño espejismo.
—Lo sé —respondió el desconocido—, ahora tengo que partir, pero tendrá noticias de mí.
La puerta se abrió de golpe. La habitación se iluminó tenuemente. Aún no se despejaba la bruma, pero se podía ver y lo que veía el abogado era un enorme almacén vacío. No había rastros del desconocido que lo había citado y no lo había visto marcharse. Robert Hocking se levantó con dificultad y cojeó hasta la puerta, se agachó para recoger su bastón en el camino y se quedó allí, inmóvil, sobrecogido y sin entender lo que había sucedido. Cuando aclaró lo suficiente, el abogado se dio cuanta de que pisaba algo, un papel. Se agachó lentamente y se dio cuenta de que era un telegrama. El telegrama que esperaba desde Londres. Lo giró con nerviosismo entre sus temblorosos dedos y leyó su contenido. Expulsó el aire que había sostenido en un lento suspiro mientras leía. Esa era la noticia que esperaba.

“DOS HOMBRES TRAJERON A LA SEÑORITA DURANTE LA NOCHE. ELLA ESTA BIEN. PIDE QUE USTED VUELVA PRONTO.”


VIII

Debía de haber sabido que el abogado no sabría más de lo que había escuchado en el bar. Por lo pronto se alegraba de que Eva estuviese bien, pero la forma en la que había sido devuelta era sospechosa. Tendría que viajar. Ya lo sabía y las expectativas de regresar al lugar donde habían pasado tantas cosas tristes lo perturbaban. La ciudad prácticamente sería la misma, no podía refugiarse en el consuelo de que el tiempo hubiese cambiado los escenarios donde cazó y donde conoció a Eva. Seguramente podría encontrar intactas las habitaciones donde le Maître, Léopold, se había guarnecido casi todo el tiempo que estuvieron en Londres. Sería duro regresar, pero si eso significaba un paso más hacia su anhelada venganza, lo daría gustoso.
Encogido incómodamente en la oscuridad de un estrecho cajón, lo único que había logrado encontrar antes del amanecer, comenzó a planear como haría para volver a Londres en el menor tiempo y de la forma más anónima posibles. Anteriormente, en el último viaje que haría con el nido de Léopold, había cruzado el canal a nado. Ahora tendría que hacer la travesía otra vez. ¿Nadar? Podría haber alguien vigilando las orillas. ¿Ocultarse en un ferry? Podría esconderse entre las mercaderías que cruzaban todos los días. Sabía que el abogado tendría que quedarse al menos otro día más en la ciudad. Perfectamente podría alcanzarlo durante la noche y embarcarse junto con él en Calais. No le parecía una mala idea. Repasó con detenimiento los detalles. En efecto no parecía para nada una ocurrencia descabellada.

0 comentarios: